La banquisa boreal, la capa de hielo marino que cubre el Artico, está retrocediendo este verano a una velocidad tan rápida que, de proseguir el ritmo actual, hay un riesgo evidente de que en septiembre se bata un récord de poca extensión e incluso se abran a la navegación las rutas de circunvalación. El delicado estado de la banquisa no es ninguna novedad, pero nunca desde que hace 30 años empezaron las mediciones por satélite había ocupado tan poca superficie a medidos de julio, según ha informado el Centro de Análisis de la Nieve y el Hielo de EEUU (NSIDC). El récord data del 2007. Concretamente, la banquisa medía el pasado viernes 7,519 millones de kilómetros cuadrados, peor incluso que los 7,69 millones de la misma fecha en el 2007, tras haber retrocedido en solo una semana la friolera de 0,84 millones. El mayor déficit se sitúa en los mares de Kara, Laptev y Barents, en el Artico ruso, que ya se han quedado prácticamente sin hielo , y en menor medida en la costa de Alaska en el mar de Beaufort.

El hielo marino que flota sobre el Artico tiene una dinámica estacional muy marcada. En marzo, cuando alcanza su máxima extensión, ocupa unos 15,8 millones de kilómetros cuadrados (31 veces España), pero la llegada del calor favorece el deshielo hasta alcanzar el mínimo a mediados de septiembre, cuando solo ocupa unos 6,2 millones (12 veces España). El proceso de congelación vuelve entonces a empezar. Claro está que ambos datos corresponden a la media 1979-2000, puesto que en los últimos años la extensión ha sido bastante menor, es decir, se ha perdido más hielo en verano del que luego se ha recuperado en invierno. En el récord de septiembre del 2007 se llegó a solo 4,25 millones de kilómetros.

Obviamente, la causa directa del retroceso son las temperaturas muy altas que ha experimentado toda la región en mayo y junio, entre 1 y 4 grados por encima de la media de las últimas décadas. Sin embargo, el origen profundo es un proceso complejo. El NSIDC lo atribuye a un fenómeno llamado anomalía dipolar o dipolo del Artico que se observó por primera vez en los años 90 del pasado siglo y que se ha vinculado al cambio climático. El dipolo se caracteriza por un dominio de las altas presiones en las regiones árticas de Norteamérica y de las bajas en Eurasia. El fenómeno facilita la llegada de vientos del sur más cálidos en lugar del habitual movimiento circular alrededor del polo norte.

UN PROCESO DE MESES En cualquier caso, el proceso había comenzado meses atrás. El invierno repitió por segundo año consecutivo otro patrón atmosférico poco corriente, la fase negativa de la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), que se tradujo en un invierno de frío riguroso en Europa y de temperaturas relativamente suaves en el Artico. Como consecuencia, la congelación de la banquisa se retrasó y apenas permitió que engordara el hielo estacional. Y el problema radica justamente en que el hielo de las regiones interiores mantiene un grosor más o menos estable (puede llegar a cinco o incluso más metros), pero el hielo estacional, el que se forma y luego desaparece cada año, apenas supera el metro. Es muy frágil al contacto con las corrientes.

Afirma que el dipolo del Artico se está empezando a debilitar, por lo que "es demasiado prematuro decir si la pérdida de hielo será tan mala como la del 2007". No obstante, hay quien sí opina: el consorcio científico ARCUS reunió en junio a 16 grandes especialistas y les pidió que elaboraran un pronóstico (informático o tendencial) para septiembre. Las respuestas facilitadas dan una media de 4,7 millones de kilómetros cuadrados. Es decir, mal, pero sin llegar a récord.