Raquel se instaló en el segundo piso de una casa adosada de la calle de la Concepció de Masquefa y ella no era conocida. En los bares del pueblo nadie sabe todavía quién era la mujer de 37 años que apareció asesinada el lunes. Solo las vecinas de su calle la recuerdan. A dos de ellas les había pedido dinero, «15 euros» y «20 euros», aclaran. No tuvo tiempo de devolvérselo.

Con una de estas vecinas, Raquel intimó algo más, e incluso le dejó una copia de la llave de su vivienda. Así los padres de Raquel pudieron acceder a la casa cuando la echaron en falta. El lunes estaban preocupados porque un desconocido les devolvió el teléfono móvil de Raquel que, al parecer, encontró en la estación de tren de Igualada (Anoia).

El padre lo recogió y, junto a su mujer, se dirigieron a Masquefa para entregárselo. No abría la puerta y le dejaron una nota calzada en el parabrisas de su coche. Antes de irse, recordaron que les había dicho que había una vecina que tenía una llave.

Cuando el padre entró en el domicilio, lo que encontró fue el cadáver de su hija dentro de la bañera. Tenía los ojos abiertos y las manos moradas y alzadas en un gesto que parecía emular un intento de asir algo. Lo que el hombre no tuvo tiempo de discernir fue que a la mujer le habían cortado las falanges, tal como avanzó el diario Ara. La madre requirió asistencia médica porque sufrió un ataque de ansiedad. El padre necesitó golpear las paredes mientras gritaba «¡hijo de puta!¡lo sabía!». Hacía meses que temía que «las malas compañías» que ahora tenía su hija la condujeran hasta ese desenlace.

Los Mossos no descartan ninguna de las dos principales hipótesis del asesinato: un asunto de drogas -en la casa había plantas de marihuana y el dinero que pedía Raquel podría ser para consumir- o un crimen machista. Raquel tenía miedo y, según fuentes vecinales, era de su exnovio y de la familia de este. H