TSti el chimpancé del zoológico de mi pueblo no se hubiera vuelto loco podría haber escrito en el cristal de su jaula estos versos de Lope : mis desdichas son como cerezas, que voy por una, y de una en otra asidas, vuelvo con todo un plato de tristezas . Como no podía hablar, te lo decía todo con los ojos. Y como no podía llorar se servía del silencio como arma arrojadiza. Aún recuerdo que visité el zoológico con mis hijos y salimos de allí escopetados, con la terrible sensación de estar contribuyendo al martirio de almas inocentes. Acaso las únicas que queden ya sobre la Tierra. Siempre supe que había que hacer algo urgente, pero no lo hice. Esa es mi gran culpa. He puesto mi firma en manifiestos, he asistido a charlas sobre el asunto. Pero no basta. Porque los políticos no actúan sobre las cosas que en verdad importan sino cuando el clamor les incomoda la digestión. Cosa que puede llevar años, pues sus estómagos no son precisamente de los melindrosos. Cierto que, gracias a la labor de unos pocos, y después de veinte años de gritos, se cerró el zoológico. Pero, ay, tan largo lo fiamos que ahora los animales se encuentran de tal modo que nadie quiere hacerse cargo de ellos. Y se mueren de asco y de abandono. Y no sé por qué se me figura que lo que ocurre con este zoológico es la perfecta metáfora de lo que sucede a mi alrededor. Veo lo valioso y lo irremplazable en manos de tipos que identifican la salud del mundo con la salud de la economía mientras nosotros nos echamos a dormir, tan lindamente. Y así que pasen veinte años querremos poner un parche y poco será si no nos vemos como el chimpancé de mi pueblo, locos de abandono y de tristeza.