Antes de empezar la clase de ballet, la profesora Gail Brevitt recibió en su móvil un mensaje de la madre de Asunta Basterra Porto: "Asunta no podrá ir a clase esta tarde. Ha tomado muchas pastillas. Está KO". Solo tres días antes de ser asesinada, la niña no fue a ballet, ni al instituto Rosalía de Castro por la mañana porque, según su madre, no se encontraba bien. Al centro la propia madre llevó una nota escrita de su puño y letra en la que contaba que Asunta "se encuentra muy mal, con vómitos". Tanto el SMS como la nota constan en las diligencias y la Guardia Civil sostiene que ese malestar del 18 de septiembre fue uno más de los ensayos con sedantes llevados a cabo por los padres para asesinar a su hija.

Rosario Porto y Fernando Basterra, los padres de Asunta, la niña de 12 años a la que unos hombres localizaron la madrugada del domingo pasado muerta en una pista forestal de Feros, en Cacheiras (A Coruña), han dormido esta noche en la prisión de Teixeras acusados de ser los autores de la muerte de su única hija. Con el visto bueno del fiscal Jorge Fernández de Aranguiz, el magistrado José Antonio Vázquez Taín envió ayer a los dos a prisión comunicada, sin fianza, acusados del homicidio de la menor. Con una advertencia del magistrado, a la espera del resultado de unas pruebas de toxicología, la imputación podría pasar de homicidio a asesinato.

Vázquez Taín tiene tantas pruebas que no necesitó ni mostrar a la madre de Asunta las imágnes grabadas por tres cámaras de seguridad de Santiago en las que se ve, con más o menos nitidez, a la mujer con su hija en coche el sábado por la tarde a una hora en la que ella había declarado haberla dejado sola en casa. Pero, a pesar de las contundentes pruebas que el juez detalló ante la mujer, esta mantuvo con entereza su primera versión. La que relató en la comisaría de policía de Santiago la noche que, según ella, su hija había desaparecido de casa.

Sollozos y lamentos

No obstante, en algunos momentos de la declaración, casi tres horas y media, Rosario sollozó, se lamentó, y volvió a mostrar lo que los investigadores ya descubrieron durante las muchas horas que han estado junto a ella en los registros de sus casas: que son evidentes algunos de los problemas de salud que en julio le obligaron a permanecer una semana ingresada en la unidad psiquiátrica de un hospital.

Pese a todo, mantuvo su inocencia y dijo en varias ocasiones que alguien había matado a su hija. La declaración de Fernando Basterra, el padre, fue mucho más breve. No llegó a la hora. El juez fue al grano. Sabe por la Guardia Civil que él fue el encargado de comprar el Diazepán que habitualmente tomaba su exmujer, y que se utilizó para sedar a la niña, antes de axfisiarla por sofocación. Ese sábado, madre e hija comieron en casa del padre, a escasos 20 metros del domicilio de la progenitora, en pleno centro de Santiago. Como siempre, él fue el encargado de cocinar. Asunta ingirió las pastillas con la comida, así lo ha confirmado la autopsia. Sobre estos detalles versó el interrogatorio al padre, que negó cualquier vinculación con el asesinato de su hija.

El juez no hizo públicos ayer los autos de prisión, porque prosigue el secreto de actuaciones y no quiere que se divulguen las pruebas "contudentes y certeras" que según los investigadores hay contra los padres. Todavía tiene pendiente recibir el análisis de restos de ADN de las colillas localizadas junto al cadáver. Tampoco se ha inspeccionado aún la cuerda de empacar de color naranja con la que fue atada de pies y manos la niña, antes de morir, y que fue hallada junto al cuerpo. Falta por saber si ese trozo corresponde al ovillo del mismo tipo de cuerda que los guardias civiles encontraron en la casa familiar de Teo, en la que los investigadores sospechan que fue asesinada la pequeña. Tras las declaraciones, los abogados de los padres renunciaron a las defensas por "cuestiones técnicas".