Cada madrugada, 16 novelones cruzan Extremadura. Entre la medianoche y el amanecer, 16 expediciones de viajeros circulan entre Baños y Monesterio, entre Navalmoral y Badajoz. Son los autocares de la madrugada. Unen Galicia y Asturias con Andalucía y Madrid con Lisboa. Sus pasajeros son peculiares, viajan cargados de historias, a veces muy tristes, y en cada asiento dormitan el desarraigo, la separación o la búsqueda de aventuras.

Monjas que se mueven entre conventos, maridos alejados de sus esposas que intentan recuperar el cariño familiar cada fin de semana, estudiantes asturianos que hacen Arquitectura en Sevilla, senegaleses de la numerosa colonia de vendedores ambulantes de Pontevedra que bajan a reponer mercancía a Cádiz, chicas marroquíes que vuelven a su tierra con sus hijos y sus maletones desde Avilés, muchachas que venden sus cuerpos en los clubs de carretera de Ourense y cambian de aires buscando el sur, jóvenes entusiasmados que suben al festival de Ortigueira o bajan al Espárrago Rock o al Gran Premio de Jerez...

BUSCANDO EL SUR De todas las expediciones nocturnas, la más inquietante y llena de anécdotas es la de la empresa Dainco (grupo Alsa) que cubre la línea Algeciras-A Coruña. Cada noche, en el trayecto hacia Galicia, se detiene en Cáceres 30 minutos para que los viajeros cenen a eso de las 22 horas. A la altura de Béjar, se cruza con el autobús de la misma línea que baja buscando el Sur. El pasado jueves, por primera vez, ese cruce no se produjo: el autocar más novelesco de la madrugada alcanzó a un camión en la Autovía de la Plata, cerca de Baños, y el accidente dejó 18 heridos.

En las estaciones de autobuses de la ruta, este autocar es conocido como El gallego y al escuchar ese nombre, uno se imagina un vehículo misterioso que cruza España entre la niebla y la oscuridad. A veces, la realidad es así de inquietante y El gallego llega a Cáceres desde el norte pasadas las tres de la mañana tras haber superado las nieblas espesas de Xinzo de Limia, las nieves de Sanabria y el hielo petrificado de Zamora.

Los viajeros asiduos de El gallego no habían conocido en este autobús accidentes, pero sí múltiples anécdotas. Una madrugada, en el trayecto de Salamanca a Zamora, el vehículo pilló dos jabalíes y se detuvo para recoger los animales del arcén, cargarlos en el maletero y llevarlos hasta un hostal de Puebla de Sanabria, donde el coche para con el fin de tomar un delirante desayuno pasadas las cuatro de la madrugada. Allí se quedaron los jabalíes con el encargo de ser convenientemente asados para la vuelta.

Puebla de Sanabria, con sus nieves y sus fríos, es una parada mágica que parece sacada de un cuento de Borges. En una ocasión, tres muchachos que iban de Compostela a Mérida bajaron y desaparecieron. Luego se supo que habían entrado en una discoteca de carretera, habían ligado y habían decidido no seguir viaje. En otra ocasión, se abrió el maletero y el asfalto se fue cubriendo de fardos y maletas durante kilómetros, hasta que un viajero se percató y hubo que dar la vuelta y recoger los bultos de uno en uno.

Los conductores son expertos, los asientos muy anchos (unas 40 plazas) y el viaje se hace más corto a base de vídeos y de música a la carta (es preciso llevar auriculares). Aunque lo más entretenido es imaginar historias personales observando a los viajeros en las paradas. A veces, en el bar de la gasolinera de Mirabel se forman tertulias inauditas entre señoras de Cangas do Morrazo que van a ver a sus maridos marineros, cuyo barco está anclado en Algeciras, y muchachas colombianas que se trasladan desde una barra americana de Monforte de Lemos hasta otra de Don Benito porque "en Monforte estábamos muy vistas y no quieren que nos acostumbremos".

Como el autobús parte y llega a Algeciras, es muy común que viajen en él gentes que bajan al moro o que vuelven con cannabis fresco. En el autobús está prohibido fumar tabaco o porros, pero algunos piden la llave del baño y encienden allí sus trócolas (trompetillas con hachís). Los conductores no dejan pasar ni una y en cuanto les llega el aroma detienen el vehículo y sacan al fumador del lavabo.

El gallego se cruza por la Autovía de la Plata con otros autocares de la madrugada, se reconocen y se hacen guiños solidarios con los faros. Este jueves, a las 00.30 horas, la fatalidad apagó los ojos de El gallego , pero al día siguiente, a las diez de la noche, de nuevo se detenía en Cáceres para que sus viajeros cenaran y pasearan por los andenes rumiando sus historias.