Un fragor sibilante parecido al que emitiría "una serpiente monstruosa" sobresaltó a Josef cuando estaba en el patio de su domicilio en la aldea de Kolontar el lunes hacia las 12.30 horas. Para él, fue el sonido de las trompetas del Apocalipsis. Al punto tenía los pies cubiertos de agua fangosa y "roja como los símbolos del comunismo". Subió tan deprisa como pudo los nueve escalones que conducen a la planta de su casita, pero el nivel de la bíblica riada creció igual de rápido. Entró en la morada y otro tanto hizo la avenida, reventando ventanas, puertas e incluso paredes. Josef, 61 años, electricista recientemente prejubilado, sobrevivió encaramado a una mesa. El agua le llegó al pecho. Tiene quemaduras leves causadas por la abrasiva lengua de barro que descendió desde la fábrica de aluminio MAL, al romperse una balsa de acumulación de residuos. Su mujer fue arrastrada por el aluvión y se encuentra en el hospital. Por quemaduras. La acidez del derrame era de 13 en una escala de 14.

Cuatro días después de la catástrofe, y por mucho que cada jornada hayan trabajado en la limpieza de los 40 kilómetros cuadrados devastados 800 personas entre militares, bomberos, servicios de protección civil y voluntarios, las partes de Kolontar y Devecser golpeadas por la ola de muerte roja todavía ofrecían ayer una imagen desoladora.

"AQUI NO VOLVERE A VIVIR" La calle de Lajos Kossuth, en Kolontar, perpendicular a la trayectoria del vertido, estaba flanqueada por pilas de sillones, mesas, bañeras, peluches, carretillas, troncos, arbustos retirados de la vía y de los jardines de las casas destripadas y rebozadas de lodo rojizo por fuera y por dentro. Una de ellas es la de Josef. "Aunque me construyan un palacio, aquí no volveré a vivir. Eso seguro. Y en el pueblo, lo dudo", dijo con visaje de zombi.

También en la calle de Lajos Kossuth está lo que queda de la casa donde nació y creció Janos Szanyi. Su madre falleció en la riada y su padre está hospitalizado. Cruel ironía del destino: el octogenario progenitor de Szanyi fue empleado muchos años de la compañía MAL. "Es una ofensa que la empresa niegue cualquier responsabilidad", dijo. Aunque su rostro no lo expresaba, estaba furioso: "MAL afirma que no fue culpa suya, pero no para de insistir en pagar los funerales. ¿Qué se han creído? Es como si pensaran que haciéndose cargo de los entierros justificaran su derecho a matar".

En una reunión celebrada ayer por la tarde, los vecinos de Kolontar y Devecser acordaron presentar una demanda colectiva contra MAL, que se ha inhibido de la calamidad.

El número de víctimas mortales ocasionadas por el desastre saltó ayer de cuatro a siete. Dos de las personas desaparecidas fueron halladas sin vida y murió un hombre hospitalizado.

Unas 250 personas permanecen todavía evacuadas de sus casas en Kolontar y Devecser, ruinas a las que la mayoría no piensa volver. De hecho los vecinos de Kolontar hablan de un "pueblo muerto" y hasta aquellos cuyas casas no han sido castigadas se plantean si tiene sentido seguir en una localidad agrícola cuyos campos de maíz y trigo se han convertido en tierra baldía.

CAIDA DEL PH Con las preceptivas mascarilla y botas de goma, Györgyi Töttos, portavoz de la oficina de catástrofes, informó de que el pH detectado ayer en el gran río europeo había descendido desde los más de nueve puntos del jueves hasta ocho, un índice "casi normal". Así que la perspectiva de un desastre biológico internacional transportado por la contaminación del Danubio parece alejarse.

Greenpeace acusó en un comunicado al Gobierno de Hungría de "ocultar el contenido tóxico del lodo a las víctimas y al público en general" tras detectar en un análisis hecho en Kolontar niveles "muy elevados" de arsénico y mercurio. "¿Por qué tiene que ser Greenpeace quien informe sobre los peligros del lodo?", se interrogó la organización. Y añadió: "A estas alturas, el Gobierno sabe exactamente lo que hay en el lodo". La población solo sabe que legiones de trabajadores de ciencia ficción han tomado su asolada tierra.