Enrique Vila-Matas publicó hace diez años el que iba a convertirse en uno de mis libros de cabecera: Bartleby y compañía . El escritor barcelonés parió una obra muy peculiar, mitad ensayo mitad ficción --narrada por un personaje con mucha joroba y poca suerte con las mujeres-- por donde desfilan los bartlebys, esos escritores del no que antes o después hicieron de su renuncia a la escritura un gesto de distinción. Leí el libro en una época en la que yo empezaba a manejar la teoría de que es tan importante para un escritor la práctica de la escritura como su rechazo. Podría citar a muchos autores que han malogrado una carrera literaria por no saber callar a tiempo. Juan Rulfo , eminente bartleby de las letras, es un ejemplo positivo precisamente porque supo detectar cuándo debía encadenar sus palabras al silencio. Su caso es una excepción. El afán de notoriedad de algunos escritores, en mi opinión, no les otorga notoriedad sino todo lo contrario. En el mundo de la política sucede algo similar. Conocemos a los políticos más por lo que dicen que por lo que hacen. Y dicen mucho-

Los inaceptables exabruptos que Javier León de la Riva le ha dedicado a Leire Pajín trascienden holgadamente lo que es una rivalidad sana entre políticos de distinto signo. El alcalde de Valladolid quería desacreditar --con muy malas artes-- a Pajín y al final solo ha conseguido desacreditarse a sí mismo.

¿Se podría escribir un libro como el de Vila-Matas sobre los políticos del silencio? Lo veo imposible. Nuestros políticos, lenguaraces por naturaleza, nunca aprenderán a cerrar el pico cuando más lo necesitan. www.narrativabreve.com