«Lo único que puede llevar a Egipto otra vez a una guerra es el agua». Hace cuatro décadas, el entonces presidente egipcio, Anuar el Sadat, ya advirtió del peligro que se avecinaba y mencionó con su nombre al enemigo. «No vamos a esperar a morirnos de sed en Egipto. Iremos a Etiopía y moriremos allí». El proyecto de construir una gran presa en el Nilo Azul, uno de los principales afluentes del Nilo, es una vieja aspiración de Etiopía que ya se ha hecho realidad.

La colosal obra civil, bautizada como Gran Presa del Renacimiento (GERD, en sus siglas en inglés), levantada en la región etíope de Benishangul-Gumuz, a 20 kilómetros de Sudán, estará acabada en unos meses. El Gobierno de Adís Abeba tendrá entonces la capacidad para controlar el flujo de agua que circulará por el gran río a su paso por Egipto, un país muy apegado históricamente al Nilo y cuyo caudal es básico para su subsistencia. El agua se ha convertido en una gran herramienta de poder y en la razón de un posible conflicto armado.

Para Etiopía, una economía emergente, la gran presa es clave para sus planes de desarrollo. La potencia de 6.000 megavatios de sus dos centrales hidroeléctricas iluminarán partes pobladas del país que aún permanecen a oscuras y pondrán en marcha parques industriales.

Y, lo que tal vez es aún más importante, convertirán al país más poblado del Cuerno de África en el principal exportador de energía del continente, lo que le irá de perlas para su maltrecha economía, y más si se tiene en cuenta que en 30 años la población total del continente se duplicará, llegando a los 2.000 millones de habitantes. La cuenca del Nilo abarca hasta diez países: controlar un bien escaso será, sin duda, una herramienta de dominio y poder.

La presa, que ha costado más de 4.000 millones de euros, ha sido en parte financiada por la población etíope. Un 30% procede de bancos chinos. La GERD mide 155 metros de altura por 1.800 metros de largo y la extensión del embalse es superior a dos veces la isla de Menorca.

«El Nilo es vida y es básico para la existencia de Egipto», dijo el actual presidente de Egipto, el mariscal de campo, Abdelfatah al Sisi, el pasado mes de septiembre en la Asamblea General de las Naciones Unidas. El Cairo considera la presa etíope «una amenaza para la seguridad nacional». Un estudio de la ONU, además, indica que, independientemente de la presa, Egipto empezará a sentir los efectos de la carencia de agua en el 2025. El cambio climático es una de las razones, así como su desmesurado crecimiento demográfico. Cada seis meses aumenta la población de Egipto en un millón de personas. El 95% de los egipcios viven a lo largo de las dos orillas del río y en el delta.

«Somos responsables de una nación con más de 100 millones de habitantes. Si el agua que llega hasta Egipto se redujera tan solo un 2%, más de un millón de personas se quedarían sin trabajo», advirtió el ministro de Recursos Híbridos e Irrigación de Egipto, Mohamed Abdel Aty. Una reducción sustancial del caudal no solo afectaría el riego de la parte fértil del país -el resto es desierto-, sino también a la presa egipcia de Asuán.

El proyecto de la GERD, la presa más grande de África, empezó a gestarse en el 2011, en plena Primavera Árabe. En estos años se han creado equipos negociadores para alcanzar un acuerdo. Egipto intenta prolongar al máximo el llenado total de la presa -se calcula que puede tardar unos cuatro años- y ser también juez y parte a la hora de regular el flujo de agua. Etiopía aspira a que esté cuanto antes a pleno rendimiento para rentabilizar la inversión y llenar las arcas del Estado.

Implicación de Trump

En las últimas rondas de negociaciones se ha implicado el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y según se ha anunciado hace unos días se espera un acuerdo para finales de este mes. La participación de Trump ha sido tal que incluso el mandatario ha llegado a sugerir que su contribución bien vale un Premio Nobel de la Paz, como el que obtuvo el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, en el 2019, por acabar con el conflicto armado con Eritrea.

Pocos días después de obtener el galardón, Ahmed no tuvo repartos en afirmar: «Ninguna fuerza podrá evitar que Etiopía complete la presa». Egipto, que en el pasado ha sugerido bombardearla si es necesario, tiene muy claro que la causa más probable de posibles disturbios sociales en el país en un futuro cercano es la escasez de agua.

La revuelta del 2011 que acabó con el entonces presidente, Hosni Mubarak, está muy presente aún en el recuerdo del actual régimen, dominado como entonces por el Ejército.