La industria cárnica es un problema para el planeta. Consciente de su dañino impacto medioambiental, este jueves la ONU ha publicado un informe en el que alerta de la crisis climática y pide reducir el consumo de carne para contribuir a una menor explotación de la tierra y emisión de gases de efecto invernadero. Sin embargo, en Alemania hace semanas que el tema está sobre la mesa e incluso algunos partidos políticos se han aventurado a solicitar un aumento de los impuestos.

Es el caso de los socialdemócratas (SPD), en el Gobierno, y los Verdes, quienes se han mostrado favorables a elevar el IVA de la carne del 7% actual a un 19%, una tasa impositiva que ya afecta a otros productos más saludables y sostenibles como la leche de avena. “Hay que utilizarla para mejorar el bienestar de los animales”, ha asegurado Friedrich Ostendorff, portavoz de la política agrícola de los ecologistas en el Bundestag, el parlamento federal.

De esta manera, se está buscando una manera para cambiar unos hábitos de consumo perjudiciales tanto para la salud humana como para la medioambiental e implicar a los productores de carne en un sistema más sostenible. Ambos partidos apoyan así la petición que la Asociación Alemana para el Bienestar Animal, que solicita al gobierno aumentar ese impuesto además de introducir un gravamen sobre la emisión de dióxido de carbono (CO2).

GOBIERNO DIVIDIDO

La propuesta animalista señala que la subida de este impuesto supondría “sólo unos pocos centavos” más para el consumidor y que el dinero recolectado podría destinarse a la financiar la conversión del sistema actual de ganadería industrializada. "El camino hacia una ganadería socialmente sostenible cuesta miles de millones, algo que los ganaderos alemanes no pueden soportar por sí solos", ha remarcado Albert Stegemann, portavoz de agricultura de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) que lidera Angela Merkel. Los asesores científicos del gobierno calculan que esa reconversión costaría entre 3.000 y 5.000 millones de euros.

Aunque el partido lo ve con buenos ojos, el Gobierno de la cancillera es bastante más prudente. Este miércoles el ejecutivo aseguró que había otras formas más eficaces de impulsar una política responsable con el clima y el bienestar animal en la ganadería, pero sin especificar cuales son esas medidas. En 2016 la Gran Coalición entre conservadores y socialdemócratas se fijó como objetivo reducir las emisiones contaminantes entre un 31% y un 34% en el sector agrícola para 2030, una meta que de momento está alejada de la realidad.

GRAN OPOSICIÓN

Al escepticismo del gobierno hay que sumarle la oposición de los otros partidos del arco parlamentario, aunque con diferentes razones. La Izquierda quiere que se respete la ley de protección de los animales con regulaciones, pero rechaza la propuesta porque ese aumento de los precios golpearía a las rentas más bajas, algo que consideran “erróneo”.

Por otro lado, los liberales (FDP) consideran que esta medida perjudicaría la competitividad de los productos alemanes en el mercado y que los consumidores adquirirían productos extranjeros más baratos en lugar de aligerar su dieta cárnica. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) también se opone al impuesto al creer que solo aumentará la dependencia financiera de los agricultores del Estado.

Lejos de lo que apoyan los partidos, Greenpeace va más allá y propone crear un impuesto en el matadero. De esta manera, serían los productores y las grandes corporaciones cárnicas quienes pagarían una tasa que se utilizaría para ayudar a los pequeños agricultores que quieran ser más ecológicos. El precio final de la carne crecería hasta un 10%, incentivando a un menor consumo y una mayor concienciación social.