La misa en latín tendrá menos restricciones. El Papa presentó ayer a un grupo de cardenales y obispos de todo el mundo el motu propio o documento escrito por su propia iniciativa, que facilitará su celebración, con el oficiante de espaldas a los feligreses. La conducción de las eucaristías en la lengua histórica y aún oficial de la Iglesia católica se abandonó hace 40 años, cuando el Concilio Vaticano II decidió que los servicios se celebrarían en el idioma del creyente.

La recuperación de la misa tridentina (como se denomina a este oficio fijado en el Concilio de Trento, en el siglo XVI) trata de atender la petición de los movimientos ultracatólicos y de cerrar la escisión que abrieron los seguidores de un grupo de clérigos franceses y suizos liderados por el fallecido arzobispo Marcel Lefebvre, que se negaron a aceptar el cambio. Los tradicionalistas ahora solo pueden oficiar esta misa --con largos periodos de silencio y frases en hebreo y griego-- con autorización del obispo. En el futuro bastará con que 30 fieles se lo pidan a su párroco.

El decreto papal se publicará en los próximos días e irá acompañado de una "amplia carta" personal de Ratzinger a los obispos a título individual.