Santo sí, pero sin más prisas. Ese fue el mensaje que Benedicto XVI envió ayer, coincidiendo con el segundo aniversario de la muerte de su antecesor, a los que insisten en que el Papa se salte el Código de Derecho Canónico, funda el proceso de beatificación de Juan Pablo II con el de canonización y allane el camino de Karol Wojtyla hacia los altares. Ya se lo saltó una vez, dos meses después del fallecimiento del Pontífice polaco, cuando emitió una autorización especial para que pudiera iniciarse el expediente de beatificación sin esperar a que transcurrieran cinco años desde su desaparición, como marca la norma.

Joseph Ratzinger presidió por la tarde en la plaza de San Pedro una celebración eucarística en recuerdo de Wojtyla, pero, contrariando a los que aguardaban algún guiño en la homilía sobre la voluntad de acelerar el ritmo de la causa, solo se limitó a elogiar a su antiguo jefe.

Al frente de la legión de impacientes figura el que fuera secretario de Juan Pablo II, primero en Cracovia y después en Roma, y que al morir Wojtyla fue ascendido a cardenal: Stanislaw Dziwisz. Al igual que él, la familia católica polaca intenta barrer para casa. Ellos han tomado el relevo de la campaña Santo subito (Santo ya) que uno de los movimientos neoconservadores que tomó impulso en la época Wojtyla, los Focolares, puso en marcha con notable éxito el mismo día de los funerales.

PRESIDENTE POLACO El momento elegido para esperar el anuncio de Ratzinger era el adecuado, pues a mediodía se había celebrado un acto en la basílica de San Juan de Letrán en el que se sellaron las cajas que guardan la documentación que avala los supuestos milagros que han de franquear el acceso de Juan Pablo II al santoral y se enviaron el Vaticano. El propio presidente polaco, Lech Kaczynski, no quiso perderse ni la cita matinal ni la homilía vespertina.

El Vaticano no está por la labor de forzar más el proceso. El responsable de la fabrica de santos, el cardenal José Saraiva Martins, lo había dejado meridianamente claro en las horas previas a las celebraciones de ayer. "No basta con que el pueblo lo pida para hacerlo santo de inmediato. Nosotros tenemos la responsabilidad de verificar que la fama de santidad de Juan Pablo II tiene fundamento. La Iglesia tiene sus tiempos y normas", afirmó en una entrevista emitida anteanoche por el Canale 5 de la televisión. Claro que, en una entrevista aparecida ayer en La Reppublica, se curaba en salud y advertía que el Papa tiene la última palabra.

Por si esa señal fuera poca cosa, el que fuera portavoz del Papa polaco durante 22 años, el español Joaquín Navarro Valls, que dejó el cargo meses después del acceso de Ratzinger a la dirección de la Iglesia católica, hacía ayer unas elocuentes afirmaciones a otro diario,Il Messagero, en la misma dirección.

Navarro Valls decía que le gustaría verlo en los altares cuanto antes, pero que también le agradaría que se "cumplieran todas las fases establecidas". Y para apoyar su reflexión citaba al candidato a la santidad, que no compactó los procedimientos de beatificación y canonización de la Madre Teresa de Calcuta, de la que era un ferviente admirador, porque a ella "no le hubiera gustado recibir un trato de favor".

Juan Pablo II sí permitió que se acortara el plazo para abrir el expediente de beatificación de la religiosa, que se inició en 1999, dos años después de morir.