El próximo miércoles se cumplirá un año desde que Joseph Ratzinger, representante del ala dura de la Iglesia, resultara elegido como sucesor de Juan Pablo II en uno de los cónclaves más breves de la historia. El Papa alemán, que hoy cumple 79 años, apenas ha emprendido reformas durante los últimos doce meses.

LA DOCTRINA Ha habido guiños en los que algunos han querido ver gestos esperanzadores, pero el teólogo aplicado que diseñó el edificio ideológico de la era Wojtyla no ha modificado un ápice su arquitectura. Uno de los primeros documentos que vieron a la luz durante su mandato fue la instrucción vaticana que dejaba sentado que los homosexuales no podían ser ordenados sacerdotes y meses después no se ha privado de recordar que reabrir el debate sobre el acceso de las mujeres al sacerdocio está, hoy por hoy, fuera de lugar.

El sínodo de obispos celebrado en octubre, que abrió con un discurso severo y pesimista sobre el mundo actual, fue un jarro de agua fría para quienes, como el teólogo y exalumno represaliado de Ratzinger Leonardo Boff, dicen creer en los milagros y no han descartado que el antiguo guardián de la ortodoxia pueda llegar a cambiar. A la tesis dominante sobre la readmisión de los divorciados en el seno de la Iglesia y el celibato de los curas no se ha añadido ni una coma. Eso sí, el encuentro sirvió para aflorar la querencia del Papa por las misas en latín y el canto gregoriano. La revisión del Concilio Vaticano II no se detiene. Del pontificado de Juan XXIII ha preferido salvar, de momento, el camauro, el gorro de terciopelo rojo ribeteado de armiño que no había exhibido ningún pontífice desde la época del Papa bueno, al que recurrió para presentarse a una audiencia pública en Navidad.

LOS VIAJES El Papa alemán tampoco se ha prodigado a la hora de salir del Vaticano. Asumió con disciplina el reto de viajar a su patria natal para asistir a la Jornada Mundial de la Juventud, un acontecimiento proyectado por su antecesor, que sentía debilidad por este tipo de encuentros, y logró resistir las comparaciones con la capacidad movilizadora de Juan Pablo II. Nada más llegar a su país, en el que los católicos no son mayoría, habló de la importancia del ecumenismo y de la necesidad de tender puentes a judíos y musulmanes. El pasado, las relaciones tensas con su país, incluso con el episcopado alemán, parecía olvidado. Al igual que la afirmación de que "fuera de la Iglesia católica no existe la salvación" incluida en un documento de su autoría dado a conocer en el año 2000.

No ha habido más viajes al extranjero durante el primer año de pontificado. Tampoco se ha desplazado por el interior de Italia. Acudió a la clausura del Congreso Eucarístico Nacional de Bari, en mayo. Y pasó, en verano, unos días de descanso en el valle de Aosta. El resto de sus jornadas transcurrieron en el Vaticano o en Castelgandolfo. Ahora prevé viajar a Polonia y, en julio, al Encuentro Mundial de las Familias que se celebrará en Valencia.

LA ENCICLICA Hay quien ha querido ver en su primera encíclica, Dios es amor, de poco más de medio centenar de páginas, la obra cumbre de sus primeros 12 meses de mandato. En ella reflexiona acerca de la fe cristiana y el comportamiento de los católicos y de la Iglesia. No rehuye hablar de cuestiones inhabituales en un pontífice, como la bondad del amor erótico, aunque en el seno del matrimonio, como tampoco renuncia a hablar del marxismo, que contrapone a la doctrina social de la Iglesia. El Pontífice alemán, tan poco dado a salirse del guión, anunció públicamente en enero, días antes de su aparición, cuando se daría a conocer la encíclica e incluso llegó a ofrecer un avance de su contenido, extendiéndose en detalles.

Desde el interior de la Iglesia se ha destacado que no se trata de un documento programático, "tarea cada día más difícil dada la gran diversidad de situaciones en las que vive la Iglesia católica", argumentó el arzobispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, sino de una sabia reflexión, dando a entender que se trata de un Papa que quiere dejar hacer a las Iglesias locales.

Ratzinger ya renunció a presentar un programa al estrenar su pontificado y ésa sería una nueva muestra de su generosidad, según esa versión. También se ha puesto énfasis en otra de sus meditaciones recurrentes: al Estado le corresponde velar por la justicia social y la Iglesia ha se respetar su autonomía, al igual que los poderes públicos no han de inmiscuirse en la esfera religiosa. En realidad, la encíclica no dice mucho si se compara con la influencia que sobre la extensa producción doctrinal avalada por el Vaticano ha tenido, durante más de 20 años, el que fuera teólogo de cabecera de Juan Pablo II y responsable de guardar las esencias de la ortodoxia.

LA CURIA La esperada reforma de la curia sigue pendiente. Es cierto que el nuevo Pontífice ha acometido unos poco ajustes al frente de los ministerios del Vaticano, pero el relevo del secretario de Estado, Angelo Sodano, por ejemplo, al igual que el de otros pesos pesados del Gobierno central de la Iglesia, sigue todavía haciéndose esperar.