Lejos, muy lejos de la calma de la que cualquier persona querría disponer para enterrar a un ser querido, los padres de Eluana Englaro (1970-2009) dieron ayer los primeros pasos para despedir a su hija en medio del fuego cruzado que se disparan sin descanso defensores y detractores de la muerte digna. La tormenta es política, social y religiosa, y no desmerece nada frente al show que ha deparado Italia en los días previos a la muerte de la mujer. Uno de los primeros en cargar fue el primer ministro, Silvio Berlusconi, que en línea con las sospechas que ventilan el Vaticano y los grupos provida, aseguró lo siguiente: "Eluana no murió de muerte natural. Fue asesinada".

La mujer, cuyo rostro --el que tenía hace 17 años, antes de caer en coma-- es ya un emblema, murió el lunes por la noche, tres días después de que los médicos empezaran a aplicar el protocolo para dejar de alimentarla. La naturaleza exacta de la "crisis imprevista" que acabó con su vida se conocerá probablemente hoy mismo, cuando se hagan públicos los resultados de la autopsia que por orden de un juez le practicaron ayer por la tarde, con esas acusaciones de "asesinato" planeado por todas partes. El Vaticano, la derecha italiana, la Iglesia de ese país y las asociaciones antieutanasia siguen sin explicarse cómo pudo morir tan pronto, si el lunes los médicos hablaban de que aún aguantaría "10 o 12 días".

CONFLICTO CON NAPOLITANO Pero los propios médicos estaban sorprendidos, y ayer avanzaron, siempre pendientes de la autopsia, que lo más probable es que la muerte se haya producido por una cadena fatal de insuficiencias: una renal, una respiratoria y una cardiaca. Entonces, su corazón se paró. Nada de eso parece satisfacer el hambre de delito de Il Cavaliere , que no solo dijo "asesinato" sino que recuperó para sus ataques al presidente de la República, Giorgio Napolitano, el hombre que el viernes se negó a secundar su primer intento para forzar la alimentación de Eluana: un decreto. Ayer, Berlusconi lo acusó de haber cometido "un grave error". Napolitano, que parece entender el deseo de paz de los Englaro, declaró: "Son momentos de dolor y turbación nacional".

Sin la firma del presidente, Berlusconi tuvo que pasar al plan B: tramitar en tiempo récord una ley antieutanasia. Pero la muerte de Eluana lo truncó. ¿Lo truncó? Más o menos. El lunes, tras conocer la noticia, los senadores oficialistas y de la oposición observaron un minuto de silencio, luego se gritaron de todo, estuvieron a punto de llegar a las manos y finalmente suspendieron la sesión, pero ayer se reunieron de nuevo, y, con los votos de los partidos de Gobierno, sacaron adelante una moción que prohíbe suspender la alimentación de los pacientes incapaces de valerse por sí mismos. "Nadie podrá nunca más retirar las curas a un enfermo terminal --dijo el ministro de Salud del Vaticano, Javier Lozano Barragán--. La dignidad de la vida no es negociable".

Es de lo más suave que ha salido en las últimas horas de boca de los integrantes de la jerarquía católica. "Eluana no ha muerto sola --acusa el editorial (escrito por el teólogo Marco Doldi) del Servicio de Información Religiosa, medio de los obispos italianos--. La ha matado quien la ha privado de comida y de agua". Maurizio Gasparri, presidente del Pueblo de la Libertad --el partido de Berlusconi--, declaró, por ejemplo, que es "probable" que la muerte de Eluana "haya sido acelerada". "Yo pienso esto y es lo que piensan todos, estoy seguro. Asumo la responsabilidad de estas declaraciones". Pero, de momento, de lo único que hay indicios es de que los médicos se limitaron a cumplir la sentencia del Tribunal Supremo. Un fallo que no solo autorizaba a suspender la alimentación de Eluana; también precisaba el protocolo para hacerlo.

"Por ahora", informó la Fiscalía de Trieste, no hay nada que permita decir que se ha "cometido un crimen". Lo que sucede en la calle no es demasiado distinto de lo que se cuece en los despachos políticos, judiciales y religiosos. El lunes, la policía intervino para poner paz entre los manifestantes reunidos a las afueras del centro La Quiete, donde Eluana pasó sus últimas horas; como en el Senado, casi llegan a las manos. Para protestar contra la suspensión de la hidratación de la joven, los militantes provida depositaron ayer botellas de agua en las afueras de la clínica. Así, Italia convierte en colectivo el drama de una familia rota.