TEtl libro best-seller va unido por defecto a dos elementos: al éxito de ventas (etimológicamente hablando, sin ese éxito no podría tratarse de un best seller) y a la controversia, suscitada sobre todo por personas a quienes les molesta que ciertos títulos se vendan demasiado.

Cuando un libro arrasa en las librerías, arrasan también las opiniones contrapuestas entre defensores y detractores, opiniones que pueden llegar a ser apasionadas (todo lo apasionadas que cabe esperarse de algo tan pacífico como la lectura, afortunadamente ajena a la visceralidad que generan temas como la política, la religión o el fútbol).

En el bando de los detractores siempre milita una legión de afligidos escritores que se ven en la obligación de escribir aquí y allá alguna palabra ácida que colgarle al best-seller de turno. Intuyo que pontificar contra determinados autores y determinadas novelas en base a que son poco o nada literarios es una forma sutil de enviarle al mundo el mensaje de que ellos, sus más fervientes críticos, sí que hacen buena literatura.

En fin, no comparto esa aversión por el best-seller como no comparto la aversión que ciertos lectores acomodados manifiestan por la gran literatura. En estos asuntos, como en botica, debe haber de todo: novelas, novelitas, noveluchas y novelones.

En cualquier caso, el hecho de que una novela -al margen de su calidad artística- concite el seguimiento de millones de lectores debería ser siempre un dato positivo en estos tiempos en los que todavía son muchos los que no leen ficción porque no saben (o no quieren saber) lo que es emocionarse gracias al poder de la palabra.