TLtos auditorios extremeños están llenos de achaques. Se inauguran con gran pompa, pero luego, o bien se pasa frío, o bien no se oye, o bien se oye, pero molestas a los vecinos... En fin, un desbarajuste. Parece ser que en el teatro Alkázar placentino y en el Auditorio de Cáceres te coges unos constipados de aúpa y aunque el Gran Teatro cacereño es más templadito, lo cierto es que Alegría Solana, la primera violonchelista de la Orquesta de Extremadura, suele salir sin rebeca en la primera parte de los conciertos, luciendo sus dulces hombros sobre un bello traje negro, pero en la segunda parte, o se cubre o se resfría.

La otra cuestión es la del sonido. En el Auditorio de Cáceres, si el concierto es en la sala, el sonido se queda en el escenario y si es en la terraza de verano, se va por los tejados molestando a los vecinos, como acaba de suceder en un espectáculo. En Almendralejo, el rehabilitado teatro Carolina Coronado ha quedado precioso, pero el sonido se va al techo y de allí no baja. Sé que se están buscando soluciones. En Lucena (Córdoba), a 170 kilómetros de Extremadura, ya las han encontrado. Problemas de frío no tienen porque celebran su célebre festival de música clásica en verano. De acústica sí que tenían, pero han recurrido al más prestigioso ingeniero de sonido, Bill Harkin, que ha construido una eficaz concha acústica para el escenario. Habrá que invitar a míster Harkin a que se dé una vuelta por los auditorios de Extremadura. Pero eso sí, que se traiga la Butater porque este año el invierno va para largo.

*Periodista