Cizany, una niña de 6 años, y sus padres huyeron el pasado octubre de su casa de Tanzania. Se refugiaron en una zona fronteriza de Burundi, en un centro habilitado por las autoridades de este país para dar cobijo a aquellos albinos que son perseguidos por cazadores de cuerpos. Junto a esta familia había otros 50 albinos de todas las edades, pero los padres de Cizany decidieron volver. Regresaron a su casa el domingo 16 de noviembre, pero al poco de llegar cuatro hombres armados con fusiles entraron en su vivienda, ataron a los padres y mataron a la pequeña. Les cortaron la cabeza y las piernas y se los llevaron como trofeos.

Este es solo un ejemplo del tipo de amenazas que llevaron a Moszi a embarcase en un cayuco con el que arribó a Tenerife hace 12 días. Moszi viajaba junto a otros 63 inmigrantes, pero fue de los primeros en ser atendidos. Su albinismo --una anomalía que origina la ausencia de pigmentación en la piel-- agravó los daños que el sol y el salitre causan en los tripulantes de las pateras. Su piel estaba moteada por quemaduras en el 80% de su cuerpo.

Una vez aplicada la cura de urgencia, Moszi, que dijo tener 18 años, empezó a explicar su historia a los equipos de la Cruz Roja. Con una extraña mezcla de francés y español rudimentario contó que había huido de la República de Benín --una excolonia francesa encajonada entre Togo y Nigeria-- porque había sido objeto de persecuciones por el color de su piel. Salvando mil peligros logró llegar a Mauritania y desde allí embarcó con destino a las islas Canarias en una travesía en la que fue objeto de todo tipo de cuidados por parte de sus compañeros. Creían que les iba a proporcionar buena suerte.

Práctica perseguida

En algunos países africanos cruzarse con un albino es un buen augurio, mientras que en otros sus extremidades son preciados ingredientes para la preparación de muti, unas pócimas que otorgan la facultad de hacerse ricos de un solo golpe a quienes las ingieren, según una creencia difundida por sanadores y brujos de Tanzania.

La creencia es antigua. Lo que es una novedad es el comercio internacional que se ha generado a partir de ella. Los albinos --se calcula que aproximadamente una de cada 4.000 personas de raza negra sufre la anomalía-- son perseguidos por cazadores profesionales que pueden llegar a cobrar hasta 3.000 euros por cada extremidad. Los dedos también se cotizan como talismanes en algunas áreas.

Solo en Tanzania, el epicentro del negocio, entre 40 y 60 personas fueron asesinadas el año pasado por los traficantes de cuerpos pese a que el Gobierno de este país, presionado por la comunidad internacional y las asociaciones de defensa, ha iniciado una feroz persecución de la práctica. En pocos meses se ha detenido a un centenar de personas relacionadas con el negocio, mientras se suspendían las licencias de todos los sanadores tradicionales del país, que atienden aproximadamente al 40% de toda la población.

El primer ministro, Mizengo Pinda, ha dado ejemplo al adoptar un niño albino. Su oposición a la práctica es tan radical que en unas polémicas declaraciones abogó por ejecutar en el acto a los agresores que sean sorprendidos in fraganti. "Quiero enviar un mensaje claro a los asesinos, que deberían saber que de ser detenidos se enfrentarán al mismo sufrimiento que pretendían infligir a las víctimas", se justificó. Su tarea es ingente porque hasta ahora ninguno de los arrestados ha sido condenado. La corrupción policial y judicial juega a favor de los traficantes, que usan sus cuantiosos beneficios para conseguir la inmunidad.

Celeridad del ministerio

Para evitar el regreso al infierno, Moszi ha pedido a las autoridades españolas asilo político. El Ministerio del Interior ha admitido a trámite la demanda en un tiempo récord, lo que ha paralizado de inmediato su expulsión. Cuando cumpla 40 días de internamiento en el centro de extranjeros de Hoya Fría, el joven de Benín será liberado en tanto espera la resolución del Ejecutivo español.

Interior arroja siempre un velo de duda sobre sus decisiones y examina la petición a fondo con el objetivo de que la resolución individual de un caso dramático no convierta en más atractiva aún la emigración clandestina a todos aquellos que puedan argumentar que sufren situaciones similares. Es el temido efecto llamada.

Moszi es un ávido lector. El poco español que balbucea lo ha aprendido en los libros. Libros que también le han enseñado que en Africa los albinos no pueden descansar ni tras la muerte. Las víctimas de los traficantes son enterradas con lápidas de cemento para evitar mutilaciones del cadáver.