TRteconozco que he boicoteado en infinidad de ocasiones, no tanto por el origen de los productos sino a empresas concretas. Lo hice cuando supe de una multinacional de la alimentación que regalaba en el tercer mundo leche infantil para que las criaturas dejaran la lactancia materna y se hicieran consumidores (de pago) del producto. Hay artículos como el café que sólo lo compro en las tiendas de comercio justo porque conozco las políticas de las grandes multinacionales con los agricultores del sector. En muchas ocasiones he abogado porque hubiera algún sistema de certificación que garantizase la calidad social de las empresas. Sería la mejor forma para que los consumidores tuviéramos fuerza suficiente como para obligar a los empresarios a no discriminar a las mujeres o a no abusar de la contratación temporal y precaria.

Pero la campaña de boicoteo a los productos catalanes la podríamos definir como escupir hacia arriba. El descenso de la venta de cava catalán de primera línea acaba por perjudicar al corcho extremeño de gran calidad que tiene su principal cliente en Sant Sadurní d´Anoia; las listas de productos contienen paradojas desternillantes como incluir los artículos de una multinacional suiza con fábricas en Cataluña y, al mismo tiempo, recomendar Nesquik como alternativa al Cola-Cao , como si éste fuera más catalanista y aquél más charnego. Lo peor de todos estos despropósitos es que los más perjudicados no son los potentados que pueden permitirse un 5% menos de ventas, sino los hijos de aquellos extremeños que emigraron hace 40 años y que podrían acabar en las oficinas del paro.