´MUERE OTRO DIA´

DIRECTOR: Lee Tamahori. INTERPRETES: Pierce Brosnan, Halle Berry. SALAS: Cáceres, Plasencia, Badajoz, Mérida.

El comienzo de Muere otro día , la 20 película de la serie del agente 007, es una relativa sorpresa. Acostumbrados a espectaculares prólogos sin relación alguna con el resto de la historia, la secuencia inicial del último Bond presenta a los villanos de la función y, en cierta forma, marca el tono de la película.

James Bond no sale victorioso, como acostumbraba a ser habitual. Más bien todo lo contrario. Su misión para sabotear los planes de un militar norcoreano es un auténtico fracaso y mientras desfilan los títulos de crédito el agente secreto con licencia para matar es humillado, torturado y vejado por sus verdugos.

Después de un canje obligado por las circunstancias, James Bond se asea --sale de la prisión coreana con barba y melenas, algo impensable cuando Sean Connery o Roger Moore encarnaban al personaje-- y se dispone a buscar al norcoreano en cuestión. Lo hace por su cuenta y riesgo, ya que su hierática superiora, la señora M, considera que ya no es demasiado útil para el servicio.

Muere otro día , por todo ello, presenta ciertos rasgos naturalistas: James Bond se pone un poco al día. Pero a medida que avanza el metraje y 007 viaja por distintos países --de Cuba a Islandia--, mantiene relaciones con hermosas mujeres, conduce automóviles invisibles y se deshace de sus enemigos, la película entra en el terreno acostumbrado: un divertimento con la tecnología más sofisticada como soporte.

IDEAS

Muere otro día es mejor que los últimos títulos de la serie. Más equilibrada y espectacular al mismo tiempo. Más sibarita en su guión y elaborada en su puesta en escena, con algunas ingeniosas ideas visuales heredadas del cine fantástico reciente. Los villanos tienen mayor empaque --gran idea la de los diamantes incrustados en la mejilla de uno de ellos-- y se recupera la función de la doble chica Bond. La escenografía es fastuosa, con el palacio de hielo donde acontece la parte final, y la ironía se mantiene impoluta. Bond, puro Bond.