El balance de víctimas de la explosión de un cohete espacial brasileño, registrada el viernes, en la base de Alcántara, en el estado de Maranhao, se eleva ya a 21 y las autoridades no descartan que la cifra final de fallecidos aumente. A pesar de ello, Brasil no piensa renunciar a su carrera espacial y el Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva reiteró ayer que seguirá financiando el programa de lanzamientos para acceder al club de los grandes del sector, integrado por EEUU, China, Rusia, Ucrania, Francia, India, Israel y Japón.

Las autoridades investigan ahora si la ignición inesperada de uno de los cuatro motores de la nave, que desencadenó la tragedia a tres días vista de su salida al espacio, fue provocada por un fallo técnico o humano, sin que se haya descartado la posibilidad de que se trate de un acto de sabotaje por parte de uno de los países competidores en la carrera espacial. Lo más probable, según los expertos, es que lo ocurrido esté relacionado con un error de cálculo de los técnicos.

Fuentes de la base de Alcántara, a la que la prensa tenía el acceso vedado desde hace días, han confirmado que todos los muertos son técnicos civiles que trabajaban en la preparación del lanzamiento, que al menos dos personas que se hallaban en la zona siniestrada han logrado sobrevivir y que la explosión fue de una violencia "terrible".

El hermetismo de las autoridades sobre lo ocurrido afecta al número de heridos y la falta de información ya ha provocado protestas entre los familiares de las víctimas. El cohete destruido, de fabricación brasileña, se proponía situar en órbita dos satélites de telecomunicaciones, también brasileños, y tenía un coste de cerca de 6 millones de euros.