La de ayer en la plaza de toros de Cáceres fue, en principio, una corrida bien presentada. Es lo primero que hay que pedir al ganadero, además de que sea pareja de hechuras. En este sentido Fernando Sánchez cumplió, a pesar de que hubo dos toros más en Torrestrella, que fueron cuarto y sexto, pues los demás estaban más en Jandilla, fruto de sementales de este encaste que padrean en esta vacada cacereña.

Después el encierro lució en el caballo, a pesar de que sólo tomaron una única vara, aunque tuvieron entrega y codicia. Apretaban aunque alguno salió huido, y cuarto y sexto protestaron cuando corneaban el peto.

El comportamiento ya fue otro cantar, con dos toros muy buenos, segundo y quinto, que entraron en el lote de Miguel Abellán. Después hubo dos muy a menos, que fueron el que abrió plaza y el primero de Emilio de Justo. Además se lidió un toro áspero y complicado, que fue el sexto, y un cuarto, con genio aparente, al que Javier Conde no quiso ni ver.

En la variedad de comportamiento y en ir descubriendo cómo es la evolución de un toro a lo largo de su lidia, está una de las mayores riquezas del toreo.. En base al toro hay que juzgar a los toreros, y por ello podemos decir que ayer lució un Miguel Abellán en plena madurez y dio una buena tarde de toros. Emilio de Justo tuvo un lote poco propicio para el lucimiento, aunque estuvo por encima de él. Por último, Javier Conde estuvo muy a tono con lo que es santo y seña de su carrera: nula entrega, muchas dudas y miedo a raudales.

El primero de Abellán, ya de salida metió bien la cara en el capote. El torero inició la faena llevando a media altura al animal, gustándose. Se puso con la mano diestra y ahí el astado dejó claras sus virtudes: fijeza, prontitud, y celo para repetir una embestidas enclasadas.

Fue esa una faena larga, bien planteada porque el torero madrileño exprimió al de Guadalest por el mejor pitón, que era el derecho. Las tandas en redondo, afianzando al toro, al principio se componían de pocos muletazos, para resultar más intensos a más a medida que avanzaba el trasteo.

Miguel Abellán, oportuno en los toques, bajaba la mano y llevaba largo a ese buen toro, al que mató fuera de las rayas y dobló en los medios. Paseó su primera oreja.

El quinto, ya en el capote, cantó su buen pitón izquierdo, de lo que se dio cuenta el diestro cuando planteó, tras doblarse con él por abajo, una faena en la que hubo tres primeras series al natural de mucho contenido, con muletazos largos y profundos, rematados por debajo de la pala del pitón.

Bajó el trasteo en la cuarta tanda, pues en algunos momentos Abellán citaba fuera de cacho. Probó el pitón derecho, por el que también tomaba bien la tela, y llegaron los circulares finales. Abrió la puerta grande tras cortar un segundo apéndice.

Emilio de Justo estuvo muy solvente. Se estiró a la verónica ante el tercero y dio comienzo a su faena por alto. Parecía noble ese burel pero se lastimó cuando perdió las manos. A partir de entonces bajó en su codicia, pues tardeaba. A base de insistir, alegrándolo con la voz, pudo sacar algunos pases meritorios por las dificultades del animal mas de poca emoción. Pero donde debe mejorar el torero de Torrejoncillo es con la espada. A los toros no hay que taparles la cara cuando se quiere hacer el volapié, sino echarles la muleta abajo.

El que cerró plaza fue un toro complicado porque tenía genio. Su morfología, pues estaba hecho cuesta arriba, le impedía seguir la muleta por abajo. Topaba y derrotaba. Estuvo muy valiente De Justo con él cuando buscaba el pitón contrario, e hizo un esfuerzo que no tuvo recompensa.

El toro que abrió la corrida prometía cuando de salida derrotaba contra las tablas. Pero fue un espejismo pues en el último tercio tuvo poco celo. Le gustaría a Javier Conde, pues ensayó una faena de muy poca entidad, premioso entre serie y serie. Tan pocas prisas tenía que escuchó un aviso antes de entrar a matar.

Al cuarto no quiso ni verlo con el capote. Tomó un puyazo muy largo corneando el peto, y apuntaba aspereza. Pensábamos que Javier Conde le iba a quitar simplemente las moscas, pero nos equivocamos, pues ni eso.