El diestro extremeño Miguel Angel Perera paseó una oreja del único toro potable de un deslucido encierro de Fuente Ymbro, con el que se estrellaron tanto Luis Francisco Esplá y Julián López El Juli, ayer en Logroño.

El primero de Perera tuvo todo lo bueno que le faltó al resto de la corrida. Mucho ritmo y temple, embestidas largas y por abajo.

Perera lo toreó con templanza y solemnidad en el recibo a la verónica. En el caballo pasó desapercibido (el toro), yéndose sueltecito en dos leves picotazos.

Con la muleta fue el acabose. Dos pendulazos a otros tantos ligados por delante, y estos a su vez a dos de pecho, primero con la muleta suelta y el de cierre ayudándose con la espada. Muy metido el toro desde el primer derechazo. Dos series por ese pitón de hasta cinco y seis, tan ligados que iban todos en una misma pieza. Muy entregado siempre el toro, muy encajado Perera, hubo que perder algún paso en el toreo al natural. Y a partir de esa primera serie a izquierdas también se hizo necesario medir más las fuerzas del toro. Perera alternó ahora los dos pitones con alegres cambios de mano por detrás. Fue faena de gran sinceridad. De ahí la pena del pinchazo que se cruzó antes de la estocada, dejando el premio en una solitaria oreja.

Salió Perera en el sexto a recuperar lo que se había dejado en el anterior. Pero la espada, y peor aún el descabello, lo estropearon todo.