Ayer se vivieron en el coso oliventino momentos de gran brillantez, la que llega cuando a la buena condición de algunos toros se une la maestría de los toreros, que a caballo y a pie plasmaron su condición de figuras indiscutibles. Diego Ventura del rejoneo, y Enrique Ponce y El Juli como matadores de toros.

Ventura explicó lo que hoy es el toreo a caballo, cuando se torea porque se conduce la embestida de los toros. Ello con lucimiento, porque se les deja llegar, se clava con ajuste y se remata encelando al animal.

Tuvo un primero muy manejable con el que dio todo un espectáculo cuando llevaba al burel cosido a la grupa, o le desafiaba con el caballo sin perder la cara al animal. Prodigó el quiebro, alguno, figuradamente, en un palmo de terreno. No acertó con el rejón de muerte y la cosa quedó en saludos.

Badanudo, largo, chato y astiblanco, muy en Murube el cuarto, fue muy distraído de salida. Deslucido, Diego Ventura le consentía ante el poco celo del animal, para así conseguir que embistiera en los medios. Lidia en la que primó el conocimiento de los terrenos. A dos manos sin cabezada con Dolar en la que fue una suerte más arriesgada que lucida. No quería ser menos Ventura que sus compañeros de cartel, rejonazo y muerte espectacular del toro. Dos orejas.

Estrecho de sienes el primero de Enrique Ponce, terciado y frío de salida. Remolón en el capote, el valenciano lo metió en él con verónicas cadenciosas. Toro complicado en banderillas.

Brindis al público. Inicio del trasteo andándolo hacia los medios, alternando la trinchera y el pase de la firma, para seguir rodilla en tierra con poncinas. En redondo Ponce corría la mano con suavidad y al hilo del pitón en los remates, con esa geometría tan personal. Trasteo de mucho eco en los tendidos por la cadencia y belleza del toreo de este artista. Tres en uno al que siguió un afarolado y el de pecho. Cartuchito de pescado y poncinas finales. Una gran puesta en escena, faena de delicadeza extrema, siempre a más. Dos orejas.

Soso de salida el quinto, salía suelto del capote de Ponce. Desparramaba la vista, estaba a todo y a nada. Comienzo de faena por abajo pero lo llevaba hacia delante. En los medios en redondo, toques firmes y muleta puesta. Toro reservón al que fue encelando. Esfuerzo del torero, faena larga, casi toda sobre la diestra, en la que fue mejorando a un astado remiso a embestir.

Acapachado el tercero, con cuajo, cortitas las manos. Buen tranco en el capote de El Juli, mecido en las veronicas de recibo y en el quite. Pases por alto a pies juntos en los primeros compases. En los medios en redondo, sin toques y sin dejarse tocar la tela. Una segunda serie de la misma guisa, por abajo, muy ligada. Destreza en estado puro. Al natural, tanda limpia pero llegó un desarme tras un cambio de mano. Cercanías al final, circulares con gran eco en los tendidos. Casi entera y dos orejas.

Más amplio de sienes y abrochado de pitones el sexto. Delantales de recibo sin molestar al animal y media de rodillas. Quite por zapopinas, o lopecinas en España.

Con la muleta El Juli sometía al astado, que apuntaba fijeza y recorrido, a lo que correspondía con ese temple tan acreditado. Toreaba con suavidad pero el animal pronto volvió la cara. Rajado en tablas cuando se sintió podido, terminó El Juli en cercanías. Falló con la espada y escuchó palmas.

Para hoy, Miguel Ángel Perera sustituye, en la corrida matinal, a Emilio de Justo, que sigue de bajo por la lesión que tuvo recientemente en Madrid.