TEtl carnaval es pacense y Cáceres se queda para el Womad, a regañadientes, y, sobre todo, para las procesiones. El carnaval cacereño, que relució cuando toda España había perdido la ñoñería y estaba decidida a trasgredir, languideció en cuanto la ciudad feliz volvió por sus fueros de orden, saber estar y elegancia sublimada. Porque digámoslo de una vez, lo de disfrazarse y hacer el ganso es algo que en la ciudad feliz siempre ha parecido una ordinariez. En Cáceres se estila la diversión comedida y si transijimos con el Womad es porque los hosteleros se empeñan y los pisos de estudiantes se convierten en coqueros que albergan a 16 donde antes había cuatro, que si no, al Womad bajaban los de La Botika , un par de profesores con complejo de Peter Pan y la tropa habitual de periodistas dipsómanos, depresivos y divorciados.

El carnaval en Cáceres es un fracaso y los jóvenes emigran a Badajoz. En este periódico, las fotografías y los titulares resumían la situación: en Mérida, concurso de murgas hasta las tres y media de la madrugada; en Badajoz, verbenas hasta el amanecer; en Navalmoral, alegría y desenfreno; en las Hurdes, tradiciones ancestrales... ¿En Cáceres?... Bueno, el tren chuchú pilló a dos personas, un señor se cayó de un burro en un desfile y, el mismo día que los concejales de Mérida, Navalmoral o Badajoz se disfrazaban de jurramachos, tres ediles cacereños asistían a la presentación de un certamen de música procesional de Semana Santa. ¿Somos diferentes o no somos diferentes?.

*Periodista