Llegan con puntualidad torera a su cita con este diario. Porte y elegancia no les falta a Emilio de Justo y Ginés Marín. En Santa María, con la estatua de San Pedro de Alcántara como testigo, se dan la mano. Dicen que tocarle los pies al santo trae buena suerte. De hecho, el brillo dorado de los dedos de esta obra de Enrique Pérez Comendador contrasta con el tono oscuro que caracteriza a la pieza. Cuenta la tradición popular que el inicio de acariciar la efigie se sitúa en las inquietudes de los estudiantes del antiguo instituto El Brocense en época de exámenes que trataban de buscar así el aprobado.

La suerte, precisamente, también deberá acompañar a ambos diestros el próximo domingo, 8 de marzo, dentro de una semana exactamente. El coqueto coso abaluartado oliventino acogerá un mano a mano de altos vuelos, que está generando una gran expectación entre los aficionados. A las doce de la mañana, la puerta del patio de cuadrillas se abrirá y los matadores de toros extremeños harán el paseillo para lidiar los astados de Victoriano del Río.

La razón de ser de un mano a mano en el ruedo es aumentar la rivalidad de los toreros. Se llama así al cartel que presenta a dos matadores para lidiar los seis toros del festejo, tres para cada uno. La historia ha dejado muchos enfrentamientos famosos, desde los de Frascuelo y Lagartijo en el siglo XIX hasta los de Joselito y Belmonte en el XX, pero siempre ha interesado más la respuesta de los aficionados ante diferentes conceptos del toreo.

En este caso se trata de dos buenos amigos, uno de Cáceres, otro de Badajoz. Son la demostración de que Extremadura siempre ha dado grandes toreros. De Justo lo define como un mano a mano «muy bonito y acertado, con un gran interés para la afición extremeña». Al lado está Ginés Marín. Ambos caminan hacia la plaza de San Jorge. En cuanto a su rival, De Justo no lo duda: «Es una motivación torear con Ginés Marín porque lo admiro y es un torero que tiene muchas cosas importantes que decir».

¿De dónde nace el valor para enfriar los temores? El de Torrejoncillo responde así: «A veces ni uno lo sabe. Yo soy y me siento torero, que se expone a los contratiempos y está mentalizado para estas cosas. Pero priman la ilusión, el sentimiento, esa necesidad de expresarse y de luchar por tus sueños. La mente es tan importante como la recuperación física. La ilusión nunca me ha abandonado, al contrario, la mantengo en todo lo que hago en mi vida».

Magia

MagiaPara Emilio de Justo pasarse cerca al toro o torear despacio va siempre unido. «Lo más difícil es templar y ralentizar la embestida, que el alma de dentro salga fuera. Dejar la muleta puesta, esperar e imprimir ese son lento y mágico es otra historia. No hay nada comparable si se consiguen las dos cosas».

Tras su ausencia en Olivenza el año pasado al sufrir una fractura de escafoides en la muñeca izquierda en la madrileña plaza de toros de Vista Alegre, De Justo confiesa su «ilusión tremenda por debutar como torero y representar a mi provincia en el ruedo del municipio pacense, con el valor añadido de que es la primera gran feria que da comienzo a la temporada taurina en España. Olivenza respira un ambiente espectacular y a ella acude gente de todos los puntos del país».

Lo mira con atención Ginés Marín. Ambos llegan a la entrevista con chaqueta y elaborado estilismo. Forma física envidiable y cuidados modales los caracterizan. «¡Pero qué maravilla es esta parte antigua de Cáceres!», exclama Marín mientras habla de sus sensaciones.

«Es ilusionante por el hecho de ser en casa y además un mano a mano con otro torero extremeño siempre es especial», confiesa el diestro. «Tengo mucha ilusión porque Olivenza es una plaza en la que me siento muy querido y ha significado mucho para mí, desde el momento que debuté con caballos en el 2014 y sobre todo porque he tenido varios triunfos».

Los matadores concentran la atención de los turistas a los pies del jardín de Doña Cristina de Ulloa, que se construyó sobre los solares de edificios antiguos que había junto a la plaza de San Jorge en 1963 y que fueron bautizados con este nombre en honor a la esposa del entonces alcalde de Cáceres, Alfonso Díaz de Bustamante, fallecida en un accidente de tráfico cerca de la localidad toledana de Talavera de la Reina.

En este escenario lleno de encanto, rodeados de piedras milenarias, el oliventino Ginés Marín defiende el arte de su oficio. «La belleza no es únicamente la faena en conjunto, sino que puede surgir en una media, en un muletazo, en el modo de andarle al toro. Y además, el torero se juega la vida por crear una obra de arte. Y luego para gustos, los colores, pero creo que es digno de reconocer».

Marín no escapa a la emoción de los tendidos. «Hay momentos puntuales en la carrera de un torero en el que uno no es consciente de lo que está transmitiendo, por lo tanto es difícil saber calibrar la emoción del público cuando te ve torear, pero es una parte fundamental cuando estás en el ruedo».

Un triunfo en Olivenza da, sin duda, mucha confianza porque no es una plaza cualquiera y ambos confían arrancar la temporada con buen pie y que sea un año fructífero. Lo dicen conscientes de que la fiesta ha pasado unos años complicados, «pero cada vez hay más afición, la gente joven está dando la cara más que nunca y se está involucrando con peñas y foros», explica Ginés Marín.

La ilusión se desprende en ambos diestros. Es viernes, son las doce del mediodía. Se miran frente a frente y estrechan su mano con San Pedro de Alcántara como testigo. El próximo domingo, a esa misma hora, Olivenza se encargará de refrendarlos.