Antonio Martínez, un transportista de mercancías peligrosas de 43 años juzgado ayer en Reus (Baix Camp) por conducir bajo los efectos del alcohol, sorprendió a los asistentes a la vista oral al rechazar un programa de rehabilitación y asegurar que estaba dispuesto a ir a prisión. El hombre explicó que bebía, pero que controlaba. "No soy alcohólico y por eso pienso que no debo someterme a ningún programa de desintoxicación", declaró.

Martínez llevaba el 7 de abril, en plena Semana Santa, un camión cargado con 70 bombonas de butano y 14 de propano. A la altura de Mont-roig del Camp, una patrulla de los Mossos observó que el vehículo circulaba en zigzag. Ante la cercanía de un grupo de ciclistas, los agentes lo detuvieron. Le hicieron la prueba de alcoholemia y dio un índice del 0,53, cuando el máximo permitido es del 0,15. Los policías testificaron que "olía a alcohol, no podía andar en línea recta y hablaba con dificultad". Pese a todo, empezó a vender bombonas, aunque los agentes decidieron impedírselo por temor a que se hiciera daño. Martínez reveló que había suministrado 13 bombonas, lo que demostraba que estaba "bien, en condiciones".

DOS COPAS DE DESAYUNO El acusado admitió que empinaba el codo. Reconoció que siempre tomaba un par de copas al desayunar, otras tantas al comer y cuatro o cinco cervezas después de la jornada laboral. Confesó que el día del arresto había estado bebiendo entre las cuatro y las seis de la mañana, dos horas antes de ir a trabajar. Sin embargo, no vio ningún riesgo en ello: "Llevo 15 años conduciendo y no he sufrido ningún accidente", aseguró. Aunque su historial no está limpio: seis antecedentes por alcoholemia y dos condenas, una en el 2004 y la otra, que incluía la retirada del carnet, tres días antes de que ser pillado en Mont-roig.

LAS PETICIONES El Ministerio Fiscal solicitó seis meses de prisión --que debería cumplir al tener antecedentes--, tres años y medio sin el carnet y 6.500 euros de multa, aunque la sorpresa llegó con la contradicción entre el acusado y su defensor. El abogado pidió la absolución por alcoholismo y, en caso de condena, la sustitución de la cárcel por una sanción económica o trabajos comunitarios, además de su ingreso en un programa de rehabilitación para alcohólicos. En cambio, el conductor se mostró en desacuerdo: "No tengo problemas con el alcohol. No me tiemblan las manos".