Los 193 países participantes en la 16 Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático, que se celebra en Cancún (México), inician la semana decisiva de negociaciones con el convencimiento de que no se llegará a ningún acuerdo sustancial pero que sí es posible avanzar en determinados capítulos y sentar las bases de futuros entendimientos. Ahora lo esencial es mantener la credibilidad de la ONU como garante, asegurar la supervivencia del protocolo de Kioto más allá del 2012, cuando expira su validez. Algunos lo dan por muerto. "Hay quien quiere matarlo", declara Huang Huigkang, miembro de la delegación china. Se refiere a EEUU, pero también a Japón, Australia, Rusia, Canadá y otros países reticentes.

Las esperanzas están puestas en la aprobación del fondo de ayuda al desarrollo limpio, pactado en Copenhague, y en las políticas de la llamada deforestación evitada, es decir, algún mecanismo financiero para evitar que los países de grandes bosques los destrocen. Sin embargo, todo lo que no sea reducir emisiones de dióxido de carbono (CO2) tiene muchas posibilidades de ser asumido socialmente como un nuevo fracaso. La desmoralización empieza a cuajar. "Algunos no se dan cuenta de que estamos en el partido final y necesitamos compromisos", afirma el brasileño Luiz Figueiredo.

NO VALE PARA TODOS En un intento de levantar los ánimos, la ONU afirmó ayer que espera "un resultado fuerte" en la cumbre. Lo hizo tras anunciar la elaboración de los dos primeros documentos de trabajo, que contienen "decisiones sobre el apoyo continuo y reforzado a los países en desarrollo en materia de adaptación y mitigación, incluyendo proyectos de transferencia de tecnología". Pero el optimismo sigue sin llegar.

El protocolo de Kioto, firmado en 1997 y ratificado por todo el mundo salvo EEUU, estableció que los 40 países más industrializados deberían reducir sus emisiones para evitar un aumento preocupante de la temperatura.

A los países en desarrollo les emplazaba a seguir el mismo camino, pero sin obligarles a nada, al menos hasta el 2012.

La realidad, no obstante, es que China se ha convertido con el paso de los años en el primer productor de CO2 de origen industrial y sigue al margen de Kioto, aunque también es cierto que su nivel per cápita es un tercio del estadounidense. Tampoco están la India, Brasil, México, Suráfrica, Indonesia y otras potencias emergentes.

EEUU ya avanzó en la cumbre de Copenhague que no tenía intención de secundar a Europa, que ha decidido reducir sus emisiones del 2020 un 20% con respecto al nivel de 1990. Coquetea incluso con un 30%. Sin embargo, las declaraciones de la comisaria europea de Acción por el Clima, Connie Hedegaard, son premonitorias.

"La UE no puede aceptar (prolongar Kioto) sin que EEUU y China no contraigan compromisos climáticos equivalentes". Europa también quiere que se apruebe algún tipo de inspección de las emisiones, a lo que Pekín se opone.

Lo que está claro es que Washington no avanzará en el terreno de las reducciones si Pekín no garantiza un esfuerzo por su parte.

"Si no hay un segundo periodo de compromisos claro (hasta el 2020), será difícil lograr un acuerdo", dice Claudia Salerno, representante de Venezuela.