Por primera vez en la historia de la aviación comercial, varios países europeos tuvieron que cerrar ayer su espacio aéreo y cancelar todos los vuelos. El caótico e inesperado percance no se debió a una amenaza terrorista ni a una huelga masiva del sector, sino a un desastre natural. Las cenizas arrojadas al aire desde hace varios días por el volcán islandés Eyjafjalla obligaron a llevar a cabo decenas de miles de cancelaciones en el continente. Solo en España se anularon unas 500 operaciones y Aena recomendó a las personas que tengan previsto tomar un avión en las próximas horas que consulten con su compañía.

Nadie sabe cuánto durarán exactamente estas restricciones. Algunas informaciones alertaron de que la anterior erupción de este volcán se alargó más de un año. No obstante, todo apunta que la afectación aeronáutica se prolongará durante un par de días, avanzó Brian Flynn, subdirector de la Agencia Europea para la Seguridad Aérea (Eurocontrol). Al final de la jornada, una decena de países europeos tenían todos o casi todos los aeropuertos clausurados y compañías de la envergadura de Air France anunciaban que hoy no prestarán servicio. Ninguno. Cientos de miles de viajeros se acumulaban en las terminales a la espera de una solución.

EFECTO DOMINO El Reino Unido, Irlanda, Noruega, Suecia, Finlandia, Dinamarca y Bélgica cerraron su espacio aéreo. Holanda, Bélgica, Suiza y Francia resultaron muy afectadas, unas alteraciones (primero retrasos, después anulaciones) que iban cambiando a medida que la amenazante nube de ceniza se desplazaba. Hasta las 19.30 horas, Aena aseguró que se habían cancelado 497 operaciones de las 740 previstas para ayer.

En un caso así, en el que la responsabilidad de la anulación no es imputable a la aerolínea, los pasajeros tienen derecho a pedir que se les recoloque en otro vuelo o bien que se les reembolse el importe del pasaje, expuso un portavoz de Spanair, que ayer se vio obligada a anular un par de sus destinos al norte de Europa. Los problemas, comentaron fuentes conocedoras del sector, se encadenarán e irán empeorando a medida que pasen las horas y se mantengan cerradas terminales del calado de Heathrow, en Londres, o la parisina Charles de Gaulle. Además, como las compañías aéreas no podrán llegar a sus destinos, cual efecto dominó los retrasos acumulados hoy podrán alcanzar las cinco o seis horas u obligar a nuevas anulaciones, con lo que el caos está asegurado.

Solo en el Reino Unido, los vuelos suprimidos superaron los 5.000, con unos 600.000 pasajeros a la espera de saber cómo llegar a sus destinos. El personal de Stansted, a las afueras de la capital británica, de donde parten numerosas aerolíneas de bajo coste, anunciaron que las instalaciones permanecerán cerradas hasta el domingo.

Heathrow, que concentra el mayor tráfico internacional de viajeros del mundo, quedó fuera de servicio a la una de la tarde. Las autoridades británicas deberán decidir hoy a las siete de la mañana si continúan manteniendo los aviones en tierra. El Centro Asesor de Cenizas Volcánicas de Londres, responsable del control de la situación en el Reino Unido e Islandia, advirtió de que a lo largo de la noche, las cenizas llegarían al resto de Europa.

VISIBILIDAD El principal problema para los aviones es que una nube de cenizas de un volcán, si no es muy densa, no se ve llegar y menos desde un aparato que vuela a gran velocidad y a 11.000 metros de altitud. Y si atrapa al avión, los efectos pueden ser devastadores. Las cenizas lijan la superficie del aparato, rayando los cristales de la cabina hasta reducir por completo la visibilidad, y se adentran en el sistema de ventilación, incomodando a los pasajeros con un intenso olor a azufre. Lo peor de todo es que se incrustan en los motores, donde desactivan o trastornan los sistemas eléctricos y ]mecánicos hasta el punto de que pueden causar la parada de los reactores.