La Audiencia de Barcelona ha condenado a cuatro años y medio de prisión y a seis de inhabilitación a un agente de la Guardia Urbana de Barcelona por haberse inventado cuatro multas por vulnerar la ordenanza del civismo contra una chica con la que había flirteado previamente. El agente estaba acusado de un delito de falsedad documental y contra la integridad moral, pero finalmente solo ha sido condenado por falsedad con pena de prisión, inhabilitación, y a pagar 10.500 euros entre multa e indemnización.

El condenado, que era policía desde el 2010, participó en un control nocturno de alcoholemia en el Port Olímpic en noviembre del 2012. Al hacerle la prueba a la víctima, se detectaron 0,25 miligramos de alcohol por litro de aire, lo que es el mínimo para ser sancionado. El agente, de 32 años, decidió no multar a la joven, de 29 años, argumentando que los alcoholímetros tienen un pequeño margen de error. Ambos estuvieron hablando amigablemente un rato y se intercambiaron los teléfonos, con la excusa de que así la joven podría avisar al policía cuando llegara a casa en buen estado.

A partir de esa noche se inició un intercambio de mensajes de móvil e incluso quedaron un día para tomar un café en un centro comercial. El agente le reprochó a la chica que hubieran quedado aunque ella tenía pareja, como había descubierto a través deFacebook. Desde aquel día no se volvieron a ver más pero siguieron intercambiando algún mensaje de vez de cuando.

CUATRO DENUNCIAS

La sorpresa llegó cuando, entre abril y junio del 2013, el policía interpuso cuatro denuncias a la joven por infracciones de la ordenanza de civismo que no había cometido. Una de 300 euros por proferir gritos y cánticos en el paseo del Born, otra de 50 euros por beber alcohol en la vía pública, en el Paral.lel, una tercera de 180 euros por comprar a vendedores ambulantes sin licencia en el barrio Gòtic y la cuarta nuevamente por gritar en una calle, también del Gòtic.

La víctima recurrió todas las sanciones y no pagó ninguna de ellas, mientras que el agente no las ratificó tras los recursos. El tribunal ha creído la versión de la joven, ya que no ve creíble que el mismo agente la multara cuatro veces en poco más de un mes por conductas incívicas. Tampoco cuadran algunas horas de las multas, ya que materialmente era imposible que el agente estuviera allí. Para acabar de refrendarlo, la pareja y un amigo de la víctima certificaron que, al menos en dos ocasiones, la chica no estaba en el lugar donde supuestamente se habían producido las infracciones.