Josef Fritzl encerró a su hija Elisebeth en el sótano de su casa cuando ella tenía 18 años, pero planeó el secuestro mucho antes. En 1978, cuando la chica tenía 12 años, el electricista de Amstetten (Austria) ya disponía de planos para construir un espacio de unos 35 metros cuadrados debajo de su casa. Ese fue el espacio donde Elisabeth pasó los primeros años de su cautiverio, hasta 1993. Entonces ya habían nacido sus dos hijos mayores, Kerstin y Stefan, fruto de las violaciones que sufrió por parte de su padre. Después, Fritzl amplió la estancia hasta los 55 metros.

En una conferencia de prensa celebrada ayer en un hotel de Zeillern, una población vecina de Amstetten, el comisario encargado de la investigación, Franz Polzer, ofreció detalles sobre la prisión construida por Fritzl. Por ejemplo, que se han descubierto hasta ocho puertas que aislaban el sótano del exterior. Las primeras cinco se abren con una llave; para las tres restantes hacen falta conocimientos electrónicos para activar el sistema de apertura. "Fritzl era un perfeccionista que ha dejado su firma en absolutamente toda la casa", declaró Polzer.

En 1978, Fritzl pidió permiso para ampliar su piso, situado en una planta baja. Justo debajo, planeaba la que sería la cárcel de su hija en cuanto esta cumpliera la mayoría de edad. El trato que el carcelero de Amstetten dispensaba a Elisebeth y a tres de los niños que vivían con ella contrastaba con las atenciones que recibieron los tres hijos-nietos a los que permitió salir y que él y su mujer adoptaron. "Incluso les iba a construir una piscina dentro del piso", dice el comisario.

Tal era la perfección de Fritzl que, según los investigadores, quería emular con su hija exactamente la relación que había mantenido con su esposa, Rosemarie. Así, de ambas relaciones nacieron siete hijos y, casualmente, en ambos casos el quinto y el sexto eran gemelos. Uno de los mellizos que nació en el sótano falleció durante el parto.

SIN RIESGO DE MUERTE A los que mantenía secuestrados les facilitó, a petición de Elisabeth, vitaminas B y D y una luz ultravioleta para compensar la falta de luz solar. Eso explica que su situación no sea hoy todo lo lamentable que cabría esperar.

Junto a Polzer se sentaron ayer los directores médicos de los hospitales donde reciben tratamiento las víctimas, que confirmaron la buena evolución de todos. La hija-nieta mayor, Kerstin, cuya enfermedad destapó el secuestro, ya no está en peligro de muerte, según el doctor Albert Reiter, aunque su estado sigue siendo grave. "Deberá permanecer más tiempo en coma inducido y con respiración asistida", dijo.

Su madre y sus hermanos mejoran mucho más rápido en la clínica psiquiátrica de Amstetten-Mauer, donde poco a poco los médicos iluminan más la habitación donde se encuentran para que se acostumbren a la luz del día y a moverse en espacios amplios. Además, conviven ahí con la abuela y los tres hermanos que vivían libres. Rosemarie, está muy afectada por la doble vida de su marido, aunque la relación con su hija mejora día a día.