TEtstá de moda hacer chistes sobre las declaraciones de Ibarra. En alguno reciente aparece una valla publicitaria anunciando Extremadura como la tierra del buen jamón, la naturaleza pura y las contundencias de nuestro presidente. Sin embargo, por ahí fuera ya empiezan a entenderlo y a entendernos: saben que se nos va gran parte de la fuerza por la boca y que al final, la sangre no llega nunca al río. Lo de Ibarra no es un caso aislado. Ya he comentado alguna vez cómo sorprende a los forasteros nuestra capacidad para discutir a primera sangre, para lanzarnos a degüello y decirnos cosas terribles que se olvidan al instante. He escuchado discusiones entre colegas que en Asturias o Aragón habrían significado enemistad para toda la vida, pero aquí, a los cinco minutos, un abrazo y de cañas.

Un ejemplo de lo que digo ha sido el reciente congreso regional del PP. Tras meses de navajazos y disparates, acabó el congreso, Baselga y Floriano se abrazaron y todos calladitos y unidos, al menos formalmente. El caso contrario ha sucedido en la elección de la ejecutiva local del PSOE de Cáceres. Aquí hubo silencio antes del congreso, pero tras los abrazos, la derrotada, Carmen Heras, se ha dedicado a decir barbaridades sobre presiones y maldades y a pronosticar que Saponi ganará en 2007. Esto desautorizaría mi razonamiento si no fuera porque Carmen Heras es de Zamora. Debe de ser que allí, en lugar de darte el mamporro y luego el abrazo, como pasa aquí, tienen el estilo de Vellido Dolfos: primero te dan confianza y luego, el venablo.