TVtiernes, 20 de mayo. Sol y azul, con algunas nubes lejanas. Paramos, como siempre, en Cuatro Calzadas y luego, de un tirón, viaje hasta Carrión, con un desvío del ton-ton por una comarcal que no venía a cuento. Bien es cierto que mereció la pena pasar, al menos una vez en la vida, por Paredes de Nava, cuna de aquel inmortal que tantas veces comentamos: Jorge Manrique.

Carrión es un cúmulo de templos magníficos: Santa María, Santiago, con su preciosa portada románica, San Andrés, Nuestra Señora de Belén y San Zoilo. San Zoilo es más que un templo. Es un claustro, una estructura enorme y un hotel de primera en el que se celebran congresos, reuniones y todo eso del mundo social. Hay que verlo y pasear, tardes de otoño, por aquel espacio arbolado. Será delicia inexorable para espíritus finos, líricos e impresionables; pero Carrión es también el río Carrión, que viene del norte con su caudal henchido y apresurado. Una maravilla natural que apreciamos los que una vez vivimos en la ribera del río y luego perdimos aquellas imágenes. Bellísimo paraje.

Noche serena en Carrión, aun con la tensa espera de saber que mañana empieza el esfuerzo del continuo dar un paso tras otro. 35 kilómetros hasta Sahagún. Que el apóstol Santiago nos ayude y nos dé fuerzas para completar con éxito la andanza. Amanecemos demasiado pronto y visitamos el Horno la Peregrina, donde pegamos la hebra con dos damas muy atentas a las que llevamos el recuerdo cariñoso de sus amigas cacereñas: Eloísa y Almudena. Buen viaje, y con la mochila en las espaldas empieza el Camino. Mañana Dios dirá.