Si Lisa Harvey hubiera sido pirómana se habría hecho bombero. Pero la pulsión irrefrenable de esta inglesa de 31 años es apropiarse de la correspondencia ajena y por eso se metió a cartera. Desde octubre de 1999, y sin que nadie reparara en ello, la empleada de correos se llevó a su casa 110.000 envíos postales.

Cuando el pasado mes de julio los investigadores llamaron al timbre de su casa cerca de Plymouth, en el suroeste de Inglaterra, apenas pudieron traspasar el umbral. Inmensas montañas de cartas y paquetes, apilados desde suelo hasta el techo, inundaban el salón y las dos habitaciones del domicilio. Del estupor inicial, los agentes policiales pasaron al recuento: la correspondencia acumulada pesaba 7,5 toneladas. Hizo falta un camión y una furgoneta para trasladarla.

Ante el tribunal que puede enviarla a prisión, Lisa ha admitido que había robado o postergado deliberadamente, a veces durante años, buena parte de los envíos que tenía que repartir. La propia acusación no está convencida, sin embargo, de que actuara por afán de lucro. "Había cientos de cartas abiertas y la pregunta obvia es qué estaba buscando, pero su explicación es que actuó por curiosidad", ha comentado uno de los investigadores.

MULTA A CORREOS La noticia saltó ayer a las páginas de la prensa británica, en un día nefasto para la Royal Mail. La compañía de correos, que acaba de decir adiós a 350 años de monopolio, fue multada por el Gobierno con casi 17 millones de euros por el "daño, robo o pérdida" de 14,6 millones de cartas y paquetes postales sólo entre los años 2004 y 2005.