Qué bien se ha portado la cigüeña. A Catherine Zeta-Jones, mamá del pequeño Dylan, le ha traído una niña, a la que llamarán Carys Zeta, aunque peor sería que la llamaran Carys-Ima. Al parecer Carys, significa padres del amor en la mitología galesa y Zeta es una herencia de la madre y la bisabuela de la niña, quien fue bautizada con el nombre de la barca de pesca de la familia. Qué complicado, la verdad. Tanta simbología, agota.

La pequeña ha llegado al mundo un mes después de la celebración de la entrega de los Oscar de modo que los Douglas habrán pagado una pasta por la ambulancia que contrataron por si Catherine rompía aguas en plena ceremonia. No sabe nada la Zeta-Jones, todo un lince para formarse una imagen de madre y esposa a fin de destacar su transformación en cabaretera de Chicago.

Cuando Michael Douglas la cortejó en el festival de Deauville (Francia) de 1998, la actriz galesa lo rechazó en principio, método infalible para llamar la atención. Ella lo que quería era casarse con un astro de Hollywood y no ser una más. Desde entonces, Catherine tiene arrobado a su marido. Ahora, además, ya tienen la parejita. Qué suerte.

Pero no todo es glamour. En Sevilla, a 10.000 kilómetros de Nueva York, nació, unos días antes que Carys, otra niña famosa: Julia Janeiro Campanario. La madre de la niña, María José Campanario, tiene un aire a Zeta-Jones si ésta se hubiera quedado de dependienta en Swansea (Gales). Pero algo diferencia a las dos niñas. Carys es nieta de Kirk Douglas, inolvidable Espartaco, y Julia, de Humberto Janeiro, el play boy de Ubrique.