TCtierro los ojos y fantaseo con una pequeña casa, en suave pendiente hacia el mar. Junto a mí descansa un libro de Saramago , sobre la muerte que se marcha y los vivos no vivos que la esperan. Hoy no he comprado la prensa. Ya retomaré mañana la crónica sobre el caso Gürtel, la situación de Bárcenas o los bolsos de Rita Barberá que, sin negar lo ocurrido lo justifica cuando afirma que todos los políticos reciben regalos. A qué tantos regalos, cuántas decisiones torcidas a cuenta de trajes y bolsos caros se habrán tomado. Preguntas que se hace la gente, la que compra bolsos y trajes en rebajas o se viste en las cadenas de supermercados.

Tanteo hasta tocar el libro. Me gusta la escritura de Saramago, me fascina como su pluma dibuja las impactantes situaciones por él imaginadas. Dejo que el sol siga calentándome y vuelvo a la pequeña y vieja casa, en suave pendiente hacia el Cantábrico. Yo también construyo otras realidades paralelas, íntimos deseos que me ayudan a relajarme mientras voy rehabilitando balcones y tejado, ubico dormitorios y baños, y diseño una y otra vez la cocina, abierta a la sala de paredes de piedra y con la gran chimenea al fondo. Allí estoy, en invierno, calentándome frente al fuego mientras leo el relato sobre los vivos que quieren morir y la muerte que descansa, cuando sufro un sobresalto. Me incorporo. Junto a mí, en el costado contrario al que descansa el libro, alguien ha dejado un periódico. En la portada Contador enseña los apretados dientes en exhibición de fuerza. Seguro que en interiores se hablará de corrupción y de la falta de acuerdo en lo social. Mañana.

Cierro de nuevo los ojos y me sumerjo en la lectura del libro, en un día de invierno, frente a la chimenea de la pequeña casa en suave pendiente hacia el mar.