Amediodía del 13 de enero del 2019, la Delegación del Gobierno informó de que un niño de dos años y medio, Julen Roselló, había caído por un pozo en la montaña de Totalán (Málaga). Un triste suceso que no hacía presagiar la lucha titánica que daría comienzo para, 13 días después, rescatar el cuerpo del pequeño de las entrañas de la tierra gracias a una extraordinaria y compleja obra civil en la que participaron expertos de toda España.

Un año después, un amigo de los padres que estaba aquella mañana con ellos preparando lo que iba a ser una alegre y soleada jornada de campo comiendo paella, se sentará mañana en el banquillo, acusado de homicidio imprudente por negligencia. La fiscalía pide tres años de cárcel para David Serrano, que para exculparse trató sin éxito de repartir las culpas entre el pocero que realizó la perforación, de casi 100 metros de profundidad, los técnicos encargados del rescate e incluso los padres, por no vigilar adecuadamente al menor.

LOS PEORES AUGURIOS / Aquel domingo, la caída del niño acaparó enseguida la atención, sobre todo al difundirse la primera imagen del pozo: un orificio de 25 centímetros de diámetro que hizo dudar a muchos sobre si podía estar allí. No fue hasta las cinco de la tarde cuando, gracias a un robot-sonda de una empresa de desatascos, se confirmaron los peores augurios posibles: el suelo estaba a 71 metros de profundidad, donde la cámara topó con un tapón de tierra dura entre la que se confundía el paquete de gusanitos y el vaso de plástico que llevaba el menor cuando salió corriendo y se escurrió ante los ojos atónitos de su propio padre.

Comenzó entonces una lucha heroica contra la montaña, en la que a cada paso surgió una nueva dificultad. Las máquinas excavadoras no podían ascender a la finca al hundirse en el barro y la tierra. Se intentó romper con una piqueta en el extremo de una cuerda el tapón formado con la tierra que Julen había arrastrado en su caída, pero fue en balde. Y tampoco funcionó la succionadora, que se atascó continuamente. Los medios se volcaron en unas labores de rescate que España vivió con el alma en vilo aferrada a la idea de que una bolsa de aire lo mantuviera con vida con el convencimiento de que unos padres que ya habían perdido a un hijo (por muerte súbita en 1997) no podían perder ahora al otro.

Se inició entonces una de las mayores obras de ingeniería civil para arrebatar al niño de las fauces de la montaña, que no lo puso fácil. Trabajos que normalmente hubieran llevado años se concentraron en días, y se llamó a la Brigada de Rescate Minero de Asturias y a la empresa de geolocalización que participó en el auxilio de los 33 mineros de Chile. Los desprendimientos impidieron cavar en diagonal para acceder a Julen, por lo que se optó por abrir un hueco paralelo que se acabó conectando con el punto donde estaba el menor mediante un pequeño túnel. La dureza de la piedra de la zona dañó las máquinas perforadoras, traídas de los túneles de la M-40, y puso a prueba la paciencia y la pericia de técnicos y expertos. Se logró acceder al lugar donde estaba el niño la noche del 26 de enero, aunque fue infructuoso ya que no pudo ser rescatado con vida. Julen falleció tras la caída, según la autopsia.

Rescatado, tocó el turno de la investigación. El fiscal acusa al propietario de la finca, David Serrano, de un delito de homicidio imprudente por cuanto no señalizó ni avisó debidamente a sus compañeros de excursión de la existencia del pozo, abierto en una zanja en forma de L donde debía ir un muro de contención frente a desprendimientos. El pozo carecía de licencia y de cualquier tipo de seguro, y existen serias dudas acerca de si estaba cubierto o no, un detalle clave cara al juicio que empieza mañana.

«Jamás pensé que cabría un niño», dijo entre lágrimas. Su defensa se aferra a que era imposible prever lo ocurrido, y señala errores del rescate. José Roselló y Vicky García, los padres de Julen, piden tres años y medio de prisión para quien era su amigo por lo que juzgan una negligencia «extremadamente grave». Refugiados en su vivienda de El Palo, una barriada humilde de Málaga, lloran a su hijo y tratan de rehacer su vida un año después.

un libro / Convertir un suceso macabro y morboso en un relato sobre los héroes que participaron en el dispositivo de salvamento. Ese fue el objetivo de comunicación que se marcó la Delegación del Gobierno en Andalucía durante aquellos 13 agónicos días que duró el rescate de Julen, única forma de combatir los bulos y medias verdades ante decenas de medios de comunicación presentes cada hora en el cerro de Totalán. Una «comunicación ética» que ha quedado recogida en el libro Julen, el hijo de todos, elaborado por Ana López, directora de comunicación de la Delegación en aquellos momentos. «Teníamos claro que la información oficial tenía que ser el referente», explica.