Lo mejor del encierro de Zalduendo que saltó al ruedo placentino fue que mantuvo el interés durante la lidia de todos sus toros, y eso que los hubo de toda condición. Volvía a Plasencia Juan Mora y la suya parece ser, visto lo de ayer, una historia de amor pero también de alguna incomprensión. Si no, no se explica porque un sector de la plaza le pitó. Y es que a tenor de lo visto en el ruedo el paisano no lo mereció.

En Juan Mora se advierten detalles de toreo añejo, aunque ayer pinchó a sus dos toros. Pero antes los había toreado muy bien y en algunas fases mejor que eso.

Sorteó un primer toro de terciada estampa, al que lanceó con empaque. Fue un animal manso pero también de carretón y Mora lo toreó gustándose, en la que fue una faena muy expresiva. La inició con preciosos muletazos rodilla en tierra, para seguir con series ligadas, encajada y muy compuesta la figura. Los delantales con el capote y la media verónica con los que recibió al cuarto tuvieron el sello del placentino. Con la muleta, vio que el pitón bueno del toro era el derecho, y por esa mano desgranó una faena no muy larga, arrebatada en algunas fases. Pero tras un pinchazo la estocada cayó muy baja.

Se devolvió el primero de Sebastián Castella y saltó un sobrero que ya de salida cantaba que tenía genio por cómo estuvo a punto de coger al torilero. Buenos fueron las verónicas del torero francés, de rodilla genuflexa y capote arrastrándose por el albero. El zalduendo tomaba con aspereza la muleta y se coló varias veces por ambos pitones. Avisaba del peligro pues iba y venía con la cara suelta. Así hasta que en un pase de pecho cogió a Castella, afortunadamente sin consecuencias. Escuchó palmas en reconocimiento a la firmeza.

El quinto era cariavacado pero de reunidas hechuras. La faena de Castella fue de más a menos, pues a dos grandes series por abajo siguieron algún desarme y algún enganchón. Lo quiso arreglar el francés con el tradicional arrimón y cobró una gran estocada. Las dos orejas parecieron excesivas, pero las pidió el público.

Tenía un buido pitón izquierdo el primer toro de Miguel Angel Perera, y ya en los remates en los burladeros avisaba que sabía usarlo. Lo lanceó el diestro más animoso que con lucimiento y cogió de mala manera a Juan Sierra. El parte médico señalaba que tenía una cornada de 15 centímetros, con pronóstico leve.

La faena de muleta tuvo contenido cuando el torero cobró series en redondo de muletazos largos y profundos, antes de echarse la muleta a la zurda y de que el de Fernando Domecq le cogiera y le destrozara el vestido.

El sexto fue un buen toro con el que tampoco se sintió Perera con el capote. Tenía fijeza el bello animal y primó la suavidad en la faena. Los toques, o no existían, o eran de gran sutilidad. Se vio a un buen Perera. Tras una estocada levemente caída, el público pidió con mucha fuerza las dos orejas. No las concedió el presidente y las debía de haber otorgado, sobre todo porque antes había sido muy generoso con Castella y la faena de Perera era de más entidad.