La inspección realizada por la Guardia Civil en la casa de Castro Urdiales (Cantabria) donde Jesús Mari Baranda vivía con su pareja, Mari Carmen Merino, reveló la existencia de manchas de sangre en cinco puntos diferentes de la vivienda, especialmente en el pasillo y la pared del piso de arriba, según confirmaron a 'El Periódico de Catalunya' fuentes del caso. La mujer está en prisión acusada de decapitar al hombre y meter su cabeza en una caja que entregó luego a una vecina.

El hombre desapareció a mediados del mes de febrero de 2019, según recuerdan sus familiares y han ratificado las investigaciones. Su primo Carlos Ricondo recordó que ya faltó a una matanza celebrada en una finca cercana "el 18 o el 20 de febrero". Entonces le llamaron, sin obtener respuesta. Luego acudieron a su pareja, que les dijo que estaba pasando "unos días en Galicia" y que su teléfono móvil estaba estropeado.

JUGUETES SEXUALES

En septiembre, su cabeza fue encontrada dentro de una caja que Carmen Merino, su pareja, había dejado en casa de una vecina cerrada y envuelta en un lazo diciéndole que dentro había "juguetes sexuales". La mujer le explicó que le daba "vergüenza" que los guardias civiles que investigaban la desaparición del hombre los vieran al registrar la casa. Lo cierto es que los agentes sí hallaron un consolador durante el registro, pero fue en el dormitorio de la vivienda.

Durante la inspección ocular, la mujer explicó a los guardias civiles que tras la desaparición de su pareja, ella no había vuelto a usar el dormitorio conyugal y que prefería dormir en un sofá del piso de abajo. Los investigadores decidieron registrar a fondo ese mueble. Al abrirlo, descubrieron que la mujer había ocultado dentro de él un fajo de billetes que sumaba 10.000 euros. Tras la desaparición de Jesús Mari Baranda, de su cuenta corriente faltaron 12.500 euros. La mujer contó a la familia del jubilado que se los había llevado él, "para irse a Punta Cana, con algunas fulanas".

LA CABEZA, EN LA TERRAZA

La inspección de la Guardia Civil apunta también que Mari Carmen Merino, encarcelada por el crimen, tuvo durante un tiempo la caja con la cabeza del hombre en su interior depositada en el suelo de la terraza de la planta baja de la vivienda, supuestamente para no soportar el olor que desprendía. Los agentes encontraron el rastro del cuadrado de la caja sobre el suelo.

La Guardia Civil y el juez titular del número 3 de Castro Urdiales mantienen abierta la investigación sobre el crimen y el secreto de sumario sobre las pesquisas. También buscan el resto del cuerpo de Jesús Mari Baranda. En el mismo mes de febrero en que sus familiares empezaron a echarle en falta, Mari Carmen Merino, su pareja, pidió a una limpiadora que acudiera a su casa y se llevara varias bolsas de basura. Le dijo que había limpiado las macetas de la casa y que tenía mucha "tierra para tirar". La limpiadora recogió las bolsas "negras y pesadas" y las dejó luego en un punto limpio. El cuerpo del hombre puede haber terminado en el vertedero de Meruelo, donde se lleva la basura de esa zona.

Jesús Mari Baranda tenía 67 años y estaba jubilado tras haber trabajado como director de una sucursal bancaria. Separado de su primera esposa y alejado de sus hijos, en el año 2012 conoció en Castro Urdiales a Mari Carmen Merino, que se había instalado en el pueblo, donde trabajaba de camarera. Ambos se enamoraron y la mujer se instaló con él. La investigación de la Guardia Civil descubrió que el hombre, antes de desaparecer, había hecho testamento en favor de ella.