El «catastrófico» huracán Dorian tocó ayer tierra en las Bahamas después de fortalecerse en el Atlántico y alcanzar la categoría cinco, la máxima en la escala Saffir Simpson. Según el Centro Nacional de Huracanes (NCH) de EEUU, se trata del «huracán más violento de la historia moderna» de las Bahamas (desde que se tienen registros) y se teme que provoque una gran devastación en el noroeste de las islas.

Está previsto que el huracán barra el archipiélago durante dos días con vientos de 295 kilómetros por hora y rachas de hasta 322 kilómetros por hora, lluvias torrenciales y «grandes y destructivas» olas antes de dirigirse a la costa sureste de Estados Unidos (Florida, Georgia y las Carolinas están en estado de alerta). Además, el nivel del mar podría elevarse hasta siete metros. Poco ayuda que el poderoso Dorian se mueva apenas a 11 kilómetros por hora.

El director del NCH, Ken Graham, avisó en Facebook de que se trata de un huracán «muy potente, muy peligroso» e insistió en que es una «situación extremadamente peligrosa para las Bahamas».

Los habitantes del archipiélago llevan preparándose para su azote desde el miércoles, y mucha gente se ha dirigido a refugios habilitados por las autoridades.

El primer ministro, Hubert Minnis, multiplicó en las últimas horas los llamamientos a la población. «Llamo a todos los habitantes de Bahamas que se encuentren en la trayectoria del huracán Dorian a que evacuen sus casas y se dirijan a un refugio», tuiteó. Previamente, en una rueda de prensa, rogó a los residentes de las islas más pequeñas que se dirigieran a la principal para escapar de la «devastadora» tormenta. «Quiero recordarles: las casas y estructuras se pueden reemplazar. Las vidas, no», recalcó.

En el sureste de EEUU se observa con atención la trayectoria de Dorian y la División de Gestión de Emergencias de Florida ordenó la evacuación obligatoria en zonas de los condados de Marion y Palm Beach, en este último incluido Mar-a-Lago, el club social y residencia de invierno del presidente Donald Trump.