¿Es un trastornado o un monstruo? Esta cuestión centrará el juicio a Joan Vila Dilmé, más conocido como el celador de Olot, que comienza hoy en la Audiencia Provincial de Girona. Esa es la principal pregunta después de que el propio acusado confesara que es el autor de la muerte de 11 ancianos internos en el geriátrico La Caritat de la capital de la Garrotxa. Una declaración de culpabilidad que lo convierte en uno de los mayores asesinos en serie de Catalunya y que está avalada por pruebas en sus tres últimas víctimas, a las que hizo beber líquidos cáusticos cuando estaban solas e indefensas en la habitación.La detención de Vila fue un golpe de suerte provocado por sus descuidos a causa de la espiral de muerte en la que había caído. Según sus declaraciones, empezó a asesinar a ancianos en agosto del 2009. Su primera víctima fue Rosa Baburés, a la que suministró un cóctel de fármacos. Dos meses después mató a Francisca Matilde Fillol con una sobredosis de insulina. Los tres crímenes siguientes los perpetró entre febrero y julio del 2010, y entre agosto y octubre de ese año mató a otros seis ancianos. Los tres últimos en una semana.

Amable y atento

En un principio, las defunciones fueron consideradas muerte natural, salvo la de Paquita Gironès, que fue la última. El celador y esta anciana mantenían una agria relación y la mujer incluso le había acusado de querer matarla. Algo difícil de creer entonces, porque el auxiliar pasaba por ser una persona extremadamente amable y atenta. Tenía a todo el mundo engañado, incluidos sus compañeros.

Al igual que había hecho con Sabina Masllorens y Montserrat Guillamet unos días antes, el 17 de octubre Vila hizo ingerir a Gironès un líquido cáustico que le causó grandes dolores y sufrimientos. Sin embargo, la mujer no murió ese día y fue trasladada de urgencia al Hospital de Olot, donde acabó falleciendo. Cuando el médico de guardia iba a certificar la defunción, se percató de que la anciana tenía la lengua quemada, por lo que sospechó que podía tratarse de una muerte violenta.

En ese momento se inició la investigación que puso fin a la carrera criminal de Vila. Tras varios interrogatorios, el celador admitió las tres muertes, pero unos días después, cuando el juez ordenó exhumar los restos de otros ocho ancianos fallecidos en el 2010, el cuidador admitió que había matado a 11 personas.

El número de víctimas

A pesar de su última confesión, todavía hay dudas sobré el número real de crímenes que cometió, ya que de los 59 ancianos que fallecieron en La Caritat durante los cinco años en los que Vila estuvo empleado, la mitad lo hicieron en el turno del auxiliar, que trabajaba fines de semana y festivos.

Vila declaró que había matado por piedad, para que los ancianos no sufrieran más. Y cuando se le preguntó por qué había empleado líquidos corrosivos con los tres últimos, alegó que ese sufrimiento "era un grano de arena comparado con la plenitud". El psiquiatra que lo analizó en prisión, Álvaro Muro, sostiene, sin embargo, que no mataba por compasión, sino que lo hacía por la sensación de poder que le daba.

En el juicio, que durará dos semanas y en el que comparecerán 120 testigos, Vila se enfrenta a una petición de 194 años de cárcel por parte del fiscal Enrique Barata, mientras que el abogado defensor, Carles Monguilod, solicita 20 años de libertad vigilada porque considera que el celador sufrió una "alteración psíquica". También está por ver quién pagará las indemnizaciones a las familias de las víctimas.