TLta otra tarde bajaba con mi mujer por la cacereña calle de San Antón cuando ella sacó el teléfono móvil. En ese momento pasaban junto a nosotros unos tipos sospechosos, sobre todo uno que gastaba boina y unas patillas rarísimas que más parecían cicatriz que pilosidad. "Guarda el teléfono, no vaya a ser que uno de estos te dé un tirón", la avisé escamado. Pero al instante, varias muchachas se acercaron al tío de la patilla-cicatriz, lo besaron, le pidieron un autógrafo y le ofrecieron su casa para dormir. No se habían largado las chicas cuando tres militares sin graduación de tarde libre llegaron corriendo y abrazaron a los sospechosos. "¡Qué grandes sois!", les decían. En fin, que acabé enterándome de que aquellos fascinerosos eran unos genios del rock que tocaban al día siguiente en Cáceres. O sea, Fito y los Fitipaldi .

Esto de la pinta mueve con frecuencia a errores. No hace mucho, en un bar de Coria, unos hombres con greñas no hacían más que entrar a por cervezas y los parroquianos empezaron a mosquearse y a pensar en avisar a los municipales no fuera a ser que... Afortunadamente, un joven del lugar disipó las sospechas: eran los Celtas Cortos , que esa noche tocaban en Coria.

Un tercer caso. Sucedió en el templo de la exquisitez extremeña: el restaurante Atrio. Llegaron unos melenudos tremebundos y el ma®tre se quedó como rígido. Afortunadamente, José y Toño, los propietarios, son gente abierta porque aquellos pelúos eran Extremoduro , que por cierto, los trae Paco Lobo al hípico el 12 de junio.

*Periodista