Llega el calor, el tiempo libre y la necesidad de escapar por unos días. Hay quien se conforma con una semana al lado del mar, todo incluido, para ganar esos quilos que no perderá ni en noviembre. Playa y más playa suponen un aliciente para quien no quiere hacer otra cosa que estar tumbado. Luego están los que vuelven a los pueblos como al útero materno, para reencontrarse con los olores y sabores de la infancia. Y los que cada año planifican un viaje al infinito y más allá, buscando siempre el más difícil todavía. A su vuelta, presumirán de picaduras de mosquitos y noches sin dormir, pero también de la experiencia adquirida. Incluimos además a los de conozca Europa en tres días, a los que prefieren quedarse en casa y a los que ingresan en un centro de belleza para regresar cambiados. Todo vale y todo está permitido en un mundo enfermo de aburrimiento, que apenas conoce ya la sorpresa. Por eso siempre se agradecen opciones nuevas, aventuras posibles a un precio que no tiene nada que ver con el de los viajes al espacio. Este año la estrella de las agencias serán los recorridos por los cementerios. Hemos respondido a una demanda existente, decían en el telediario los responsables de la idea. Seguro que sí. Leer en la entrada la advertencia de que los huesos que aquí estamos por los vuestros esperamos, te hace volver como nueva al trabajo, sin síndrome alguno. A vivir, que son dos días, pensaremos. De eso se trata cuando te vas de vacaciones. Y no hay que cruzar fronteras, ni soportar ruidos nocturnos. Basta empujar una verja para bucear en el silencio. Eso sí que son viajes al otro mundo y lo demás es cuento.