En ese plan macabro para asesinar a Asunta Basterra en el que según el magistrado participaron a partes iguales el padre y la madre, Alfonso elaboró una coartada más sólida que la de su exmujer. Tras comer los tres en su casa ese sábado, el padre no salió de su piso hasta que le telefoneó Rosario para que le acompañara a denunciar la desaparición de la hija.

A Rosario le tocó el trabajo de trasladar a la niña hasta la finca de Teo, atarla de pies y manos en vida y asfixiarla, seguramente con la mano. Y desprenderse después de su cadáver. Durante una semana, la Guardia Civil recogió casi un centenar de muestras genéticas en los diferentes escenarios del crimen. El resultado de los laboratorios acorrala aún más a la madre.