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Allá por 1923, Santiago Ramón y Cajal habló de los circuitos de conexiones cerebrales como una "jungla impenetrable donde se han perdido muchos investigadores". Ocho décadas después, los exploradores de ese terreno fascinante y todavía misterioso --escasos 1.300 o 1.400 gramos poblados por 100.000 millones de neuronas, cada una con 10.000 conexiones-- parecen listos para dar un salto de gigante. Dos grandes iniciativas de investigación en Europa y en Estados Unidos ponen a la neurociencia a las puertas de una revolución, comparable a la que en las últimas décadas y años han vivido la astronomía, la física, la química y la genética. Desde la comprensión y con ello el potencial tratamiento de enfermedades como el alzhéimer y el párkinson o la epilepsia y la esquizofrenia, hasta una robótica y computación más avanzadas pueden estar a un par de décadas vista.

En enero de este año, la Unión Europea lanzó Cerebro Humano, un proyecto dotado con un mínimo de 54 millones de euros este 2013 (y un potencial de hasta 1.000 millones de financiación en la próxima década) que creará un modelo computacional del cerebro lo más complejo y detallado posible para permitir reproducir su funcionamiento. En Estados Unidos, mientras, el presidente Barack Obama anunció esta semana que su propuesta presupuestaria (debe ser aprobada por el Congreso) incluirá una partida inicial de 77 millones de euros para lanzar la Iniciativa BRAIN, cerebro en inglés y acrónimo de Investigación Cerebral mediante el Avance de Neurotecnologías Innovadoras, que pretende desarrollar las técnicas que permitan realizar un mapa de la actividad cerebral.

Se trata de proyectos independientes pero que podrán ser complementarios, sumando esfuerzos a los de otras iniciativas como el proyecto Human Connectome, que intenta trazar un mapa estático del cerebro y ha empezado ya a producir torrentes de datos. Y aunque no faltan críticas de científicos que atacan proyectos mastodónticos cuando los presupuestos destinados a la ciencia están sometidos a los rigores de la crisis y que temen que mermen su propia financiación, los involucrados hablan de la necesidad y el potencial de estas investigaciones.

REVOLUCION EN CIERNES "La neurociencia era una parte de la medicina pequeñita y operaba de manera muy artesanal, con laboratorios individuales trabajando en proyectos pequeños y avanzando poco a poco", explica Rafael Yuste, neurocientífico madrileño que dirige el laboratorio del cerebro en la Universidad de Columbia en Nueva York y es padre del documento que fue germen de la iniciativa de la Casa Blanca. "Ahora estamos en un momento en que la neurociencia está creciendo muchísimo y se le está quedando pequeña la ropa. Está confluyendo gente de distintos campos y hace falta coordinarlos, darles un empujón, inyectar dinero. Es una revolución en ciernes, el momento histórico en que la humanidad puede entenderse a sí misma. Todo lo que somos es la consecuencia de la actividad de lo que está ahí dentro".

Yuste identifica actualmente "un agujero tremendo" en el entendimiento del cerebro. "Conocemos cómo funciona de una forma muy grosera desde arriba, con técnicas de encefalografía como los escáneres fMRI que te dan ideas de qué áreas del cerebro se activan cuando el paciente está haciendo algo, y está muy bien, ahí se han hecho grandes descubrimientos", dice. "Si bajas al otro lado tenemos muchísimo desarrollo de la neurobiología que ha estudiado neuronas individuales y nos ha permitido conocerlas muy bien de manera molecular, biofísica. Pero nos falta el agujero entre medio, qué pasa en los circuitos cerebrales".

"Ahí estamos en tierra incógnita, no ha habido técnicas que nos permitan describir ese tipo de actividad", añade. "Y si metemos esa pieza en el puzle podremos conectar el comportamiento del animal o del humano o del estado mental directamente con la actividad neuronal. Eso va a ser revolucionario, de ahí podría surgir una teoría general de cómo funciona el cerebro, similar a lo que fue la doble hélice en la genética. Y una vez que esté esa pieza se verá que no hay magia, que los comportamientos de los humanos tienen relación directa con los circuitos, se sabrá qué le pasa a un esquizofrénico o un epiléptico".

El camino pasa por la mejora de técnicas y, sobre todo, por el desarrollo de otras. La meta es que permitan de forma no invasiva medir el voltaje de las neuronas cuando disparan, creando no una foto fija sino una película. Y la clave será cuánto tiempo se puede hacer el registro de la actividad neuronal. El cree que la medición de ese voltaje de manera óptica y de forma no invasiva puede estar "a 10 años vista".

El cerebro y sus secretos esperan. Son la última frontera.