TRtoma pudo engendrar un Virgilio pero nunca un Einstein . Aunque hubieran sobrevivido otros mil años. Su idioma era perfecto, vale, sus estatuas muy bonitas y sus orgías muy de cinemascope; lo que usted quiera, pero les faltaba el cero. Su sistema numérico era una chapuza. Y así es imposible que el pensamiento progrese. Fueron los hindúes los que en el siglo quinto descubrieron el poder del cero. Y eso nos hizo más sabios y más humanos. Porque el cero ha resultado ser como el bostezo de Dios, un agujero por donde se cuela el infinito. Del cero a internet era sólo cuestión de tiempo. Ni César Augusto pudo sospechar que sus sabios, que levantaban teatros y sembraban el horizonte de acueductos y minaban las ciudades de alcantarillas, no eran tan sabios. Quién le iba a decir al César que lo que hacían en realidad sus sabios era perpetuar una tradición milenaria, pero ineficaz y ridícula, contraproducente al Estado. De haberlo sabido, los habría mandado a todos al cornu cornus y habría gastado parte de su erario en pensadores nuevos, en gente a las que les interesase más las gentes que las tradiciones. Pero eso no ocurrió entonces ni ocurrirá ahora. Nuestro modo de vivir tampoco da más de sí. Son unas matemáticas caducas a las que ningún emperador se atreve a dar carpetazo. Ni con Dios ni con el dinero ni con la democracia nos salen las cuentas, pero sólo se nos ocurre cambiar de vez en cuando de contable. Mire usted por donde mire solo encontrará sufrimiento, dolor, desesperanza, crisis que van y vienen, ríos que comen cadáveres de niñas, madres que rezan para que el infierno exista. No sé. Creo que en lo que toca a nuestra felicidad estamos usando unas matemáticas equivocadas. Habría que pensar en algo nuevo. Inventar otro modo de vivir. Empezar desde cero.