Si sobre la mesa del presidente de la Generalitat, Artur Mas, hubiera una carpeta con el membrete asuntos candentes, el primero de todos sería el futuro del director general de la Policia, Manel Prat (de Convergència), que se encuentra en el disparadero tras haber perdido la confianza de su superior, el consejero de Interior, Ramon Espadaler (de Unió), y cuya dimisión pide en bloque toda la oposición. Pero parece que el president no se decide a abrir ese portafolio. Altas fuentes de Interior señalaron ayer a este diario que para la destitución de Prat solo falta la luz verde de Mas, pero que esta seguía anoche sin llegar. Tampoco Prat había puesto su cargo a disposición del consejero, según las mismas fuentes.

La decisión del president de seguir aguantando al director general de la Policia en su puesto resultaba ayer incomprensible en los despachos de la consejería, donde se observa con creciente inquietud la erosión que la permanencia de Prat en el cargo causa en la posición política del propio Espadaler.

La figura del director general de la Policía quedó muy dañada por la gestión del caso de Ester Quintana, la mujer que perdió el ojo presuntamente por el impacto de una bola de goma disparada por los Mossos la noche de la huelga general del 14-N. Y la puntilla le ha llegado con la muerte del vecino del Raval de Barcelona Juan Andrés Benítez tras ser detenido y golpeado por varios agentes. La cúpula de Interior considera a Prat, como responsable de la División de Asuntos Internos, culpable del descrédito de los Mossos por no haber abierto de inmediato una investigación interna, y que ha desembocado también la imputación de los ocho mossos implicados en el arresto.