TStoy una ciudadana corriente desconcertada y enfadada ante lo que oigo. En la vida procuro utilizar el sentido común a la hora de posicionarme, pero ahora estoy confusa. Hay demasiados vericuetos en los que me pierdo, demasiadas opiniones contradictorias que me perturban. Me gustaría tener la capacidad de desnudar el aluvión de palabras que me llegan y dejarlas en el esqueleto. Sólo así podré ver lo que ocultan. Hoy estoy saturada de análisis y declaraciones. No se sorprenderán si les digo que estoy hablando de las medidas de ajuste. Lo lógico es pensar que todos debemos achucharnos y por tanto también los que más tienen. Por eso mi sentido común acepta con normalidad la idea de que ellos paguen más, encuentro natural que les graven a través de los impuestos. Pero no. Hay gente que dice que eso es malo porque ellos, los que tienen de verdad dinero, se enfadarán y se lo llevarán fuera de España. Y lo dicen así, tan tranquilos, como si fuera lo más normal del mundo. Argumentan bien para meternos el miedo en el cuerpo. Me gustaría despojarlos de sus palabras para ver qué ocultan. Me molesta oírlos, me fastidia que intenten confundirnos, que quieran asustarnos y que pretendan que nos dejemos llevar por el desasosiego. Quieren que nos olvidemos de los ricos porque, dicen, son ellos los que pueden invertir y sacarnos del atolladero.

Escribir me está sirviendo de terapia y mientras tecleo va desapareciendo el desconcierto. Sólo me queda el enfado al comprobar que lo único que pretenden los que así nos hablan es chantajearnos, decirnos que debemos dejar en paz a los poderosos para que así puedan salvarnos porque, de lo contrario, nos dejarán solos. Llego al final de estas líneas firme en mi sentido común. Ellos también deben achucharse, y si se quieren ir, que se vayan.