TEtncontrar trabajo con más de cuarenta y cinco años es tarea imposible. Imaginen que pasan de esa edad, que se encaminan a los cincuenta o ya los han pasado, y que pierden el empleo. Imaginen además que el sector en el que realizaba su actividad se ha ido a pique. Usted es fontanero, carpintero o albañil. Ya no puede trabajar por cuenta ajena. Le quedan dos caminos, hacerse autónomo o lanzarse a la economía sumergida. Pregúntese si usted, acostumbrado durante años a trabajar para otros, sería capaz de montar su pequeña empresa. Es posible que sí, pero no todo el mundo puede; es difícil dar el salto. Esta opción sería la mejor: podría dar trabajo a otros, se aseguraría la vejez al seguir cotizando y contribuiría en los ingresos del Estado. Sería la mejor opción pero no siempre es posible porque no todos los parados saben qué es eso del emprendimiento; necesitan formación y necesitan que les acompañen. Hace poco se aprobó en Extremadura el decreto de autoempleo que pretende precisamente acompañar durante los primeros años al que ha dado el salto y estudiar la viabilidad de su proyecto, pero me temo que no serán estos parados, a los que me estoy refiriendo, los que se adentren en ese camino, y no lo harán por falta de formación en sectores competitivos y por ausencia de mentalidad empresarial. Me comenta un experto en formación que el autoempleo es una salida para gente joven, muy cualificada y con ideas innovadoras. Qué pasa entonces con los parados mayores y con baja formación. Solo les queda la economía sumergida. Son personas que comen todos los días, que tienen que pagar la luz, el agua, la comunidad, el IBI, y que no ven otra salida que vivir de las chapuzas ¿Es contra esta economía bajo mínimos contra la que hay que luchar? Yo los comprendo. Haría lo mismo ¿Y usted?