Las diferencias entre el genoma de los humanos y el de los chimpancés, primos hermanos en la evolución, no se limitan al 1,2% del total, que era desde hace años la estimación más aceptada, sino que son bastante mayores, posiblemente entre el 5% y el 10%. Esta es al menos la conclusión de un equipo internacional que ha comparado los dos genomas hasta un nivel nunca alcanzado. "Hemos estudiado unas pequeñas partes que no se habían analizado en profundidad y el resultado es que, de sopetón, hemos encontrado casi tantas diferencias como en todo el resto ya conocido", explica uno de los científicos españoles, Tomás Marquès, desde su laboratorio en Seattle (EEUU). Las diferencias no atañen a elementos secundarios, sino a zonas muy funcionales, llenas de genes.

El trabajo, que en total ha estudiado cuatro especies (humanos, chimpancés, orangutanes y macacos), permitirá cuantificar mejor las divergencias entre ellas y establecer el momento en que se separaron del antepasado común y iniciaron su andadura en solitario. Uno de los resultados curiosos es, por ejemplo, que las especificidades, los elementos únicos de las respectivas especies, se han multiplicado en los últimos millones de años. Es como si la evolución se hubiera acelerado.

El trabajo se publica hoy en la revista Nature coincidiendo con el 200º aniversario del nacimiento de Charles Darwin. Marquès, su coordinador, es investigador del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (IBE) y de la Universidad de Washington (UW) en Seattle. Además, firman el estudio Arcadi Navarro, también del IBE, y una veintena de investigadores de varios centros de investigación, encabezados por Evan Eichler (UW).

ADN La clave del análisis ha sido el estudio de las llamadas duplicaciones segmentales, fragmentos de ADN repetidos a lo largo del genoma que hasta hace poco tiempo eran difíciles de distinguir, por lo que no se solían tener en cuenta. "Imaginemos que el genoma es un puzle con un paisaje y que estas piezas corresponden al cielo --dice Marquès--. Lo que se había hecho hasta ahora era comparar las otras piezas, las más fáciles". En cierto modo, se consideraba que el azul era bastante similar. Las duplicaciones ahora analizadas suponen el 5% del genoma.

Los investigadores analizaron las duplicaciones en las cuatro especies y las compararon. Claro está que el trabajo no era fácil porque, salvo en el caso de los humanos, los otros primates no han sido cartografiados con el mismo nivel de precisión. Reiterando la metáfora del rompecabezas, el investigador insiste: "Lo que hicimos fue contar cuántas piezas de cielo había en el puzle del humano y cuántas en el del chimpancé. Cuando comparamos, podemos saber si alguno tiene más cielo que otro".

Como muestra el gráfico, hay fragmentos del genoma que se repiten en todas las especies y en la misma posición, lo que se interpreta como una evidencia de que las cuatro proceden de un antepasado común que ya los tenía. Sin embargo, esos mismos fragmentos aparecen duplicados en algunas especies, en ocasiones muchas veces, como lógico resultado de su evolución en solitario, al margen de los otros primates. Hay diferencias radicales: en el 5% del genoma analizado, los investigadores han visto que los humanos tienen infinidad de elementos únicos. Las duplicaciones, concluye, "aparecieron a lo largo de la evolución debido a complejos mecanismos moleculares". Y han tenido mucho éxito: llegan a contener genes enteros, y sus copias, que en principio son idénticas, pueden especializarse hasta realizar funciones exclusivas de la especie que los posee.