Las autoridades provinciales de Hubei ignoraron las instrucciones de combatir la epidemia del coronavirus emitidas por el presidente, Xi Jinping. Estos episodios de desobediencia abierta a un líder del régimen de Mao no son muy verosímiles pero tampoco lo era que Xi no estuviera al tanto de que se estaba cocinando una epidemia devastadora. Una y otra teoría atentan contra la lógica y la narrativa del poder omnímodo de Xi, así que consistía en que Pekín resolviera el dilema con la más inocua.

La revista Qiushi, una de las múltiples publicaciones atareadas en decodificar la doctrina del partido, revelaba este fin de semana que el presidente ya había ordenado a las autoridades provinciales que se afanaran en embridar la epidemia en una reunión del Comité Permanente del Politburó del 7 de enero. De aquella reunión, celebrada cuando apenas se contaban una sesentena de ingresados por una misteriosa neumonía, no se tenían noticias hasta ahora. La primera reacción pública del presidente llegó el 20 de enero, con el mundo ya en vilo por el amontonamiento de contagios y muertos.

El festival de despropósitos de los funcionarios locales durante aquellas dos semanas es sabido: minimizaron la gravedad de la epidemia, reprendieron a los doctores que alertaron de ella y apretaron a 40.000 comensales en un espacio cerrado para batir el récord del ágape más multitudinario con el riesgo de contagio entre humanos que suponía. La certeza de que la ineptitud humana aceitó la propagación del virus generó una ola de indignación popular contra la que urgía levantar un cortafuegos.

La nueva explicación oficial que alude a la desobediencia atenta contra la casuística porque la propaganda china abrillanta la biografía de sus líderes apelando a su ignorancia: la Banda de los Cuatro ocultó a Mao el sufrimiento de su pueblo durante la Revolución Cultural y Deng Xiaping mandó a las tropas a Tiananmén por las añagazas del exprimer ministro, Li Peng. La hemeroteca oficial tampoco responsabilizará de lo ocurrido en Hubei a Xi, supiera o no lo que ahí pasaba. La limpieza de cargos provinciales carece de precedentes en las últimas décadas. Más de 300 funcionarios han sido castigados y ha sido relevada la cúpula sanitaria y la política. La crisis, que ayer registraba ya 1.775 muertos y más de 70.000 contagios, le ha costado el puesto a Jiang Chaoliang y a Ma Guoqiang, líderes del partido en Hubei. Han sido sustituidos por personal de confianza del presidente.

El coronavirus también alterará el calendario político con la suspensión de la Asamblea Nacional Popular, el parlamento chino, que debía celebrarse a principios de marzo. Era otro dilema shakesperiano para Pekín: subrayar la sensación de normalidad y de vuelta al trabajo o renunciar a un cónclave que suponía la llegada de 3.000 delegados desde todo el país. Hubiera costado digerir lo segundo cuando está vigente una cuarentena domiciliaria forzosa de dos semanas a cualquiera que llegue a la capital con la amenaza de responsabilidades criminales.