China fortalecerá los controles de producción y venta del fentanilo y sus derivados que al otro lado del Pacífico masacran a miles de adictos. La medida era una exigencia estadounidense en el marco de la fragorosa guerra comercial que libran ambas potencias. La iniciativa contra los opiáceos es la más sensata de Donald Trump entre muros mexicanos, expulsiones de emigrantes y escaladas arancelarias. Es más dudoso que la colaboración de Pekín ataje una epidemia que se explica más por la demanda estadounidense que por la oferta china.

El fentanilo ya estaba «bajo control» en China desde el 2017. La nueva ley, que entrará en vigor en mayo, amplía su espectro a sus análogos. Impedirá, pues, que los productores sigan regateando la prohibición con mínimas variaciones de la fórmula. También prevé etiquetados más detallados y controles más exhaustivos en las aduanas.

La medida fue aplaudida desde Washington. «Esperamos que continúe esta colaboración con China para reducir la cantidad de este veneno mortífero», ha anunciado la DEA, la agencia federal contra narcóticos. El asunto había estimulado las fricciones. Trump culpó en agosto pasado a China de la crisis y denunció que el fentanilo se colaba en su país a través del servicio postal. Tras conseguir meses después el compromiso de su homólogo chino, Xi Jinping, vaticinó un «punto de inflexión para la que es considerada la peor, más peligrosa, adictiva y mortal de todas las sustancias».

UNA LACRA EN EEUU / El fentanilo solo se prescribe como analgésico y anestésico en EEUU para tratamientos extremos anticáncer. El opiáceo es 50 veces más poderoso que la heroína y 100 más que la morfina. Su efecto inmediato explica que algunos fallecidos por sobredosis sean hallados con la jeringuilla en el brazo.

Las sobredosis subieron en EEUU una media del 54% anual entre el 2011 y el 2016 y, en ese segmento temporal, el fentanilo pasó de causar el 4% al 29% de las muertes. Ya ha superado a la heroína y la cocaína. Trump declaró el año pasado el estado de emergencia nacional y prometió mucho tiempo, esfuerzo y fondos contra la crisis de salud pública.

Su producción es fácil y barata. El grueso sale de laboratorios chinos y para recibirlo en casa bastan un par de clics de ratón. Los compradores pueden ser cárteles criminales interesados en la distribución masiva. La policía de Ohio interceptó un cargamento de 10 kilos que bastaba para administrar dosis letales para todo el estado. Otras veces son usuarios capaces de orientarse en la internet oscura que buscan el servicio a domicilio.

Los buenos propósitos de Pekín chocan contra la misión utópica de inspeccionar y controlar una industria atomizada. China lidera el sector farmacéutico mundial con más de 5.000 farmacéuticas y otros 400.000 fabricantes de sustancias químicas. En ese maremágnum hay empresas de todo pelaje: nacionales, provinciales y locales; legales e ilegales… Las leyes que dicta Pekín son a menudo inaplicables por la falta de medios, de interés o de ambos. Tampoco parece verosímil que las autoridades aduaneras de EEUU controlen el millón de paquetes que cada día entran en el país.